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viernes, 11 de julio de 2025

¿CADA UNIVERSO TIENE SU DIOS? 9

 




El universo como archivo vivo

En resumen, tanto la ciencia como la filosofía y la tradición apuntan a una misma intuición: que la información del universo se conserva, se transforma y se reutiliza. Nada se pierde realmente. Cada partícula, cada estrella, cada pensamiento, deja una huella en el gran archivo de lo real.

El universo no olvida: es la memoria encarnada del multiverso. Cada ciclo no borra lo anterior, sino que lo contiene, lo reorganiza y lo lanza hacia una nueva posibilidad. Somos parte de esa memoria. Y quizá, en cierto modo, también somos sus guardianes.

En el Multiverso Programado, vivir es participar del gran proceso de almacenamiento, transformación y aprendizaje de la información universal. Y cada conciencia que despierta es una nueva ventana que se abre para que el cosmos se recuerde a sí mismo.

 

El universo como software en evolución

Si el universo es un sistema con información que se actualiza, entonces podemos imaginarlo también como un software vivo, en constante versión beta. Cada universo sería una iteración del programa, corrigiendo errores, explorando nuevas rutas, optimizando formas de organización, creando nuevas expresiones de orden.

La conciencia, en este marco, no sería una anomalía, sino una función clave del programa, un módulo diseñado para observar, aprender y retroalimentar al sistema. La inteligencia cósmica no se impone desde fuera, sino que emerge desde dentro como resultado natural de una estructura capaz de recordar y adaptarse.

Y si esto es así, la pregunta que se abre es poderosa:

¿Qué pasa cuando millones de universos alimentan ese programa a la vez?
¿Podría existir una red de información que se autoenriquece, un gran campo de memoria compartida entre universos, una especie de noosfera multiversal?

Quizá el multiverso, en su conjunto, no sea solo un conjunto de mundos aislados, sino una gran mente en expansión, aprendiendo de sí misma, ramificándose, corrigiéndose, soñándose.

miércoles, 9 de julio de 2025

¿CADA UNIVERSO TIENE SU DIOS? 8

 


El Registro Akáshico: la memoria sutil del cosmos

La tradición vedántica sostiene que existe un plano sutil, llamado Akasha, donde toda información, todo pensamiento, acto y emoción queda registrado. Esta idea, retomada por corrientes esotéricas occidentales como la teosofía y por autores como Rudolf Steiner o Edgar Cayce, propone que existe un campo de memoria universal accesible en ciertos estados de conciencia.

El Akasha podría entenderse, dentro del marco del Multiverso Programado, como una dimensión informacional profunda, que no está localizada en el espacio, sino en la estructura misma del ser. Su equivalencia científica moderna podría ser buscada en la noción de campo cuántico de información, matrices no locales o redes holográficas de datos.

 

Borges, el Aleph y la totalidad contenida

En el cuento El Aleph, Jorge Luis Borges imagina un punto en el espacio donde es posible ver toda la historia del mundo desde todos los ángulos posibles, al mismo tiempo. Esta imagen poética es un eco del principio holográfico: cada punto contiene el todo, cada instante refleja la totalidad. En su texto El libro de arena, Borges va más lejos: un libro infinito, sin principio ni fin, que nunca se puede volver a encontrar en la misma página.

Ambos relatos pueden leerse como metáforas filosóficas del universo como archivo infinito, donde todo está presente, pero no de forma lineal ni accesible con la lógica habitual. La memoria del cosmos, como el Aleph, está en todas partes, aunque no siempre sepamos verla.

Agujeros negros como bibliotecas

Volviendo a los agujeros negros: si son las “semillas” del siguiente universo, entonces también son las bibliotecas de lo que fue. En sus fronteras —lo que llamamos el horizonte de sucesos— se podría codificar la información de todo lo que ha caído dentro. No sólo la energía, sino la historia, la forma, el vínculo, la dirección.

En este sentido, el nuevo universo no nace desde la ignorancia, sino desde la herencia. Contiene el potencial de todo lo anterior, pero no como una copia literal, sino como un programa adaptable, capaz de reconfigurarse en función del nuevo contexto.

 

sábado, 5 de julio de 2025

¿CADA UNIVERSO TIENE SU DIOS? 7

 




La información no se destruye: memoria y programa del cosmos

Una de las grandes afirmaciones de la física contemporánea —particularmente en la mecánica cuántica y la teoría de los agujeros negros— es que la información no se destruye. Aunque una forma material desaparezca, su configuración, sus relaciones, su historia, permanece de algún modo codificada en el tejido del espacio-tiempo. Esta idea, inicialmente contraintuitiva, ha encontrado respaldo incluso en los debates sobre la paradoja de la información en los agujeros negros, que ha ocupado a mentes como las de Stephen Hawking o Leonard Susskind.

Si llevamos esta noción al terreno del MIE, descubrimos algo revelador: cada universo actúa como un enorme procesador de información, que transforma energía en estructura, caos en orden, materia en conciencia. Pero ese procesamiento no se pierde cuando el universo colapsa. Se conserva, se comprime, se transfiere.

La memoria cósmica

En esta visión, el universo no es solo un espacio para la física, sino un organismo que recuerda. Las leyes físicas, las constantes fundamentales, los patrones que vemos repetirse —desde la forma de una galaxia hasta la estructura de una concha marina— son, en parte, expresiones de una memoria heredada.

Cada ciclo universal no solo expande materia y energía: expande lo aprendido. Así como en la biología el ADN lleva consigo mutaciones que han demostrado ser útiles para la supervivencia, el universo lleva consigo patrones de información que han demostrado ser fértiles para la existencia, la complejidad, la vida y la conciencia.

Podríamos hablar aquí de una suerte de “código fuente cósmico” —un programa que no está fijo, sino que evoluciona con cada ciclo, incorporando las variables de cada universo anterior.

 

La paradoja de la información en los agujeros negros

Stephen Hawking afirmó durante años que la información que entra en un agujero negro se pierde para siempre. Sin embargo, hacia el final de su vida, reconsideró su posición y aceptó una posibilidad sugerida por el principio holográfico: que la información no desaparece, sino que queda codificada en el horizonte de sucesos del agujero negro. Leonard Susskind, Juan Maldacena y otros físicos han defendido esta idea, que se ha convertido en un punto de encuentro entre la gravedad cuántica y la teoría de cuerdas.

Según esta lógica, el universo no olvida. Aunque las formas cambien, la información permanece. Como una biblioteca codificada en las fronteras del espacio-tiempo, cada agujero negro podría funcionar como un repositorio de datos del universo anterior.

domingo, 29 de junio de 2025

"El universo programado" (2)





Miércoles 18 junio  2025 a las 19.00: 22 

¿CADA UNIVERSO TIENE SU DIOS? 6

 




El universo como herencia

La muerte de un universo no es un olvido, sino una herencia comprimida. Un universo nuevo no parte de cero: parte de un estado de altísima densidad informativa. Lo que los físicos llaman “singularidad” podría ser, en este marco, un nodo de conciencia comprimida, una semilla cargada de memoria.

Podemos entenderlo mejor si lo comparamos con el proceso de la vida vegetal. Pensemos en una espiga de trigo: nace de un grano, crece, desarrolla su tallo, extiende sus hojas, y al alcanzar su plenitud, genera nuevas espigas, cada una con múltiples granos. Ese momento de máxima expansión es también el umbral de su colapso: la espiga madura, se seca, y su estructura muere. Pero en cada grano que deja atrás, hay una réplica del programa original —el mismo ADN que contenía la semilla inicial, ahora multiplicado y enriquecido por el entorno que vivió, listo para reiniciar el ciclo.

Del mismo modo, cuando un universo alcanza su máxima expansión —su "espiga madura"— y comienza a colapsar en agujeros negros, está generando los granos cósmicos que llevarán consigo la energía, la información y el programa del universo entero. Cada agujero negro es entonces un grano cósmico, una semilla universal, lista para ser sembrada en el tejido del multiverso, donde podrá dar origen a un nuevo tallo, a una nueva espiga, a un nuevo universo.

La metáfora no es solo poética, es estructural: tanto en el trigo como en el cosmos, los procesos parecen obedecer a una lógica fractal y replicante, donde el colapso no es destrucción sino maduración, y la muerte no es final sino condición para la continuidad. Así como cada grano contiene todo lo necesario para reconstruir la planta, cada agujero negro podría contener todo lo necesario para reconstruir el universo.

Y si aceptamos que cada universo contiene una forma de inteligencia en evolución, cada nueva semilla no parte de la ignorancia, sino de la experiencia acumulada. Así, el Dios que crece en cada universo sucesivo no es una invención desde cero, sino una inteligencia en expansión, que recuerda, aprende y se renueva, como una cepa que pasa de vino en vino, afinando su esencia.

Cada universo hijo, entonces, no es solo un despliegue físico, sino un acto de continuidad espiritual. Una expansión de todo lo aprendido, vivido y experimentado en el ciclo anterior. Y por tanto, cada nuevo universo nace ya con una inteligencia latente, con un "Dios embrión", con una semilla de divinidad que se expandirá a través de su historia.

jueves, 26 de junio de 2025

¿CADA UNIVERSO TIENE SU DIOS? 5

 





De universo en universo: la muerte como génesis

La idea de que cada universo nace de la muerte de otro puede parecer, a primera vista, una metáfora. Pero en el marco del Multiverso Inteligente Evolutivo, es algo más: es una propuesta ontológica sobre el modo en que el cosmos se renueva y transmite su memoria.

Sabemos, por la cosmología moderna, que los agujeros negros representan el colapso extremo de la materia y la energía. Nada puede escapar de su interior, ni siquiera la luz. Pero esta imagen de vacío o aniquilación puede ser incompleta. Algunos modelos físicos sugieren que lo que para nosotros es el final (el horizonte de sucesos), podría ser en realidad el umbral de un nuevo comienzo. Un lugar donde el espacio-tiempo no se detiene, sino que se pliega, se curva, y da lugar a otra región, quizás a otra realidad.

La hipótesis de la gestación

En esta visión, cada agujero negro sería más que un sumidero: sería una matriz, un útero cósmico. Al acumular la energía y la información de su entorno, se convierte en el germen de un nuevo universo. Uno que contiene en potencia, como una semilla, la huella estructural de su progenitor.

Es aquí donde nace el primer gran principio del MIE: la muerte de un universo no es su final absoluto, sino la condición necesaria para el nacimiento del siguiente. No se trata solo de reciclaje energético, sino de transmisión de información estructurada, tal vez incluso de formas de conciencia, si las condiciones lo permiten.

La física aún no puede demostrar esto. Pero las analogías con los procesos biológicos son sugerentes: en el ADN, la información de un ser vivo se codifica y se transmite. La célula muere, pero su programa sigue. El universo, entonces, podría estar comportándose como una macro-célula, cuya muerte no es un colapso definitivo, sino una transformación evolutiva.



¿Dónde está el “Dios” en todo esto?

Si asumimos que un universo contiene en su interior una inteligencia, una conciencia en evolución, ¿qué ocurre con esa conciencia cuando el universo colapsa? ¿Desaparece? ¿Se disuelve? ¿O se replica, se condensa, se transfiere?

Aquí aparece una noción clave: la divinidad como proceso, no como sujeto. El Dios de un universo no es una entidad separada que lo gobierna desde fuera, sino la suma de sus patrones de orden, su capacidad de generar vida, de producir conciencia, de encontrar sentido. Y si esta divinidad es también un producto de la evolución interna del universo, entonces viaja con él. Se condensa en el agujero negro, como la memoria en una célula madre. Y se expande, después, en el universo siguiente, con una base más rica, más profunda, más lúcida.

jueves, 19 de junio de 2025

EL HOMBRE PROGRAMADO

 



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