viernes, 29 de junio de 2007

CARAVAGGIO








    









Tuve el placer, hace algún tiempo, de poder ver de cerca unas cuantas obras de este genial pintor, unas quince, que se exponían en el Museo del Prado.


Michelangelo Merisi, pues ese era su auténtico nombre (1571-1610) vivió con pasión su rebeldía, su arte y su inconformismo, lo que le llevó a complicarse la vida con peleas, juicios, condenas y huidas hasta alcanzar la muerte, pero nos legó su arte innovador, dramático y apasionado como él.



Resulta chocante que hoy se hable de hiperrealismo respecto a muchas obras que, bajo el prisma visual, pueden resultar fotográficas. Pero nada tan real como la obra de Caravaggio que, ya en su tiempo, sus detractores le tachaban de demasiado realista, por mostrar a sus modelos/personajes con unos gestos que escapaban de las poses al uso, para mostrar toda la pasión que el ser humano puede manifestar: ira, miedo, preocupación, sorpresa, simpatía, complicidad, deseo, dolor, etc. No hay más que ver su obra.

Contemplen Judit y Holofernes y verán reflejados en el rostro de Holofernes miedo, dolor, sorpresa y en Judit temor y placer por salirse con la suya. La vieja de la derecha claramente rabiosa, está pensando: ¡córtasela! . Mientras, prepara el delantal para recoger la cabeza. 



De igual forma en el Sacrificio de Isaac podemos ver el horror de Isaac y la turbación de Abraham que está dispuesto a cumplir el mandato de Yavé aunque le duela.

Y que decir de la Salomé con la cabeza de San Juan Bautista, el placer contenido de haber conseguido su trofeo. La cabeza del Bautista absolutamente real en su gesto y coloración que hace suponer, creer o imaginar, que alguna cabeza cortada tuvo que ver.

Sus Músicos adolescentes muestran en sus rostros esa sensualidad y deseo erótico-provocador propio de la edad, jamás representado con tanto realismo.

Nada voy a comentar sobre su técnica que era prodigiosa tanto en su dibujo y composición como en el color y la forma de aplicarlo, aunque no se conocen dibujos suyos, ni parece que los realizara sobre el cuadro, salvo unas incisiones que le servían de referencia al pintar.

Este misterio, la inexistencia de dibujos de Caravaggio ha sido descubierto por David Hockney que lo expone con claridad en su libro EL CONOCIMIENTO SECRETO de Editorial Destino ISBN 84-233-3335-3. David ha experimentado con la llamada “cámara clara”, un sistema de lentes que a semejanza de la cámara oscura que utilizó Canaletto, permite proyectar sobre una superficie la imagen que se tiene delante pero sin necesidad de oscuridad absoluta. Por esta razón no necesitaba dibujar, pues bastaba con realizar unas marcas en el lienzo o tabla para tener unos puntos de referencia de la posición que ocupa el modelo o motivo que estaba pintando. El sistema era semejante a utilizar hoy un proyector de diapositivas pero con la imagen viva del

modelo. Aunque a primera vista se piense que así puede pintar cualquiera, nada más lejos de la realidad, pues el color que uno pone sobre el lienzo está modificado por el que se proyecta y además la sombra que uno proyecta, con la mano y el pincel, sobre el lienzo, cambia continuamente la imagen que el pintor ve. Para que la imagen proyectada se viese con claridad era necesario un fuerte contraste de luz, por esto el particular estilo que se dio en llamar “tenebrismo” o “caravagismo”

Sus cuadros parecen fotografías prodigiosas de dramas y situaciones trágicas que se magnifican gracias a la luz y fuertes contrastes de la escena, así como debido a su potente colorido. Otras obras como Baco y Los músicos, parecen invitar al espectador a ver realizadas sus fantasías eróticas.





Para terminar quiero llamar la atención sobre un cuadro donde sobresale especialmente la complicidad manifestada en el rostro de los dos personajes: estoy refiriéndome a La Buenaventura. El realismo de los vestidos es asombroso, pudiendo percibirse el tipo de tela utilizada en los mismos, pero descubrí algo muy sutil y que denota el empeño realista de Caravaggio: Las uñas de la zíngara se ven en su borde final ligeramente oscuras, ¡claramente sucias! Por contraste, en el caballero están perfectamente limpias.