Fijándonos en la obra en su totalidad, estas figuras destacan de entre las otras por su tamaño, casi doblándolos y haciendo que no pasen desapercibidas. Todas las figuras que explicaremos a continuación son de orígen judío (en el caso de los profetas) o pagano (en el caso de sibilas). Michelangelo se rige a la hora de pintar a estos personajes por el Evangelio de San Mateo, donde la genealogía asciende hasta el patriarca Abraham y no Adán como en el Evangelio de San Juan. Estos profetas y sibilas flanquean la bóveda como precursores de la llegada del Mesías.
Pero antes de ponernos manos a las obras, cabe aclarar qué es un profeta y una
sibila para situarnos en lo que está por llegar. Comenzando por
las sibilas, en la época mítica de la historia antigua eran aquellas
mujeres que gozaban de una reconocida facultad de profetizar el futuro y
acontecimientos de toda índole. Sus palabras o predicciones solían ser
realizadas casi siempre en estado de trance o éxtasis. De entre tantas que hay,
las más conocidas son las cinco pintadas por Michelangelo: Sibila Líbica (o
Libia), Pérsica, Cumana, Eritrea y Délfica. Cada una de ellas, en determinada
manera, predijo el advenimiento de la era cristiana y por eso el Papa Giulio II
quiso que figuraran en el conjunto de pinturas encargadas por él en la Capilla
Sixtina. Por otro lado, los profetas eran aquellos que “hablaban por
otro”, es decir, que eran la voz intérprete de Dios, el que ve lo que Dios le
muestra en forma de visiones, sueños, etc. De entre los profetas mayores y menores,
que se conocen de una manera u otra por el número de páginas de sus escritos,
Michelangelo representó a siete: Profeta Zacarías, Joel, Isaías, Ezequiel,
Daniel, Jeremías y Jonás.
Según la Torá, Isaías, Ezequiel, Daniel y Jeremías
eran profetas mayores mientras que Zacarías, Joel y Jonás eran menores. ¿Eligió
al azar a la hora de representar a uno u otro? Es una pregunta a la que todavía
no se ha hallado la respuesta, pero sí un mensaje oculto en cinco profetas y
todas las sibilas: cada figura representa un mandamiento.
Para no extendernos demasiado, explicaremos grosso
modo quién fue el profeta y la sibila y haremos una selección de aquellos
frescos en los que se puede observar con claridad el mandamiento representado.