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sábado, 5 de julio de 2025

¿CADA UNIVERSO TIENE SU DIOS? 7

 




La información no se destruye: memoria y programa del cosmos

Una de las grandes afirmaciones de la física contemporánea —particularmente en la mecánica cuántica y la teoría de los agujeros negros— es que la información no se destruye. Aunque una forma material desaparezca, su configuración, sus relaciones, su historia, permanece de algún modo codificada en el tejido del espacio-tiempo. Esta idea, inicialmente contraintuitiva, ha encontrado respaldo incluso en los debates sobre la paradoja de la información en los agujeros negros, que ha ocupado a mentes como las de Stephen Hawking o Leonard Susskind.

Si llevamos esta noción al terreno del MIE, descubrimos algo revelador: cada universo actúa como un enorme procesador de información, que transforma energía en estructura, caos en orden, materia en conciencia. Pero ese procesamiento no se pierde cuando el universo colapsa. Se conserva, se comprime, se transfiere.

La memoria cósmica

En esta visión, el universo no es solo un espacio para la física, sino un organismo que recuerda. Las leyes físicas, las constantes fundamentales, los patrones que vemos repetirse —desde la forma de una galaxia hasta la estructura de una concha marina— son, en parte, expresiones de una memoria heredada.

Cada ciclo universal no solo expande materia y energía: expande lo aprendido. Así como en la biología el ADN lleva consigo mutaciones que han demostrado ser útiles para la supervivencia, el universo lleva consigo patrones de información que han demostrado ser fértiles para la existencia, la complejidad, la vida y la conciencia.

Podríamos hablar aquí de una suerte de “código fuente cósmico” —un programa que no está fijo, sino que evoluciona con cada ciclo, incorporando las variables de cada universo anterior.

 

La paradoja de la información en los agujeros negros

Stephen Hawking afirmó durante años que la información que entra en un agujero negro se pierde para siempre. Sin embargo, hacia el final de su vida, reconsideró su posición y aceptó una posibilidad sugerida por el principio holográfico: que la información no desaparece, sino que queda codificada en el horizonte de sucesos del agujero negro. Leonard Susskind, Juan Maldacena y otros físicos han defendido esta idea, que se ha convertido en un punto de encuentro entre la gravedad cuántica y la teoría de cuerdas.

Según esta lógica, el universo no olvida. Aunque las formas cambien, la información permanece. Como una biblioteca codificada en las fronteras del espacio-tiempo, cada agujero negro podría funcionar como un repositorio de datos del universo anterior.

domingo, 29 de junio de 2025

"El universo programado" (2)





Miércoles 18 junio  2025 a las 19.00: 22 

¿CADA UNIVERSO TIENE SU DIOS? 6

 




El universo como herencia

La muerte de un universo no es un olvido, sino una herencia comprimida. Un universo nuevo no parte de cero: parte de un estado de altísima densidad informativa. Lo que los físicos llaman “singularidad” podría ser, en este marco, un nodo de conciencia comprimida, una semilla cargada de memoria.

Podemos entenderlo mejor si lo comparamos con el proceso de la vida vegetal. Pensemos en una espiga de trigo: nace de un grano, crece, desarrolla su tallo, extiende sus hojas, y al alcanzar su plenitud, genera nuevas espigas, cada una con múltiples granos. Ese momento de máxima expansión es también el umbral de su colapso: la espiga madura, se seca, y su estructura muere. Pero en cada grano que deja atrás, hay una réplica del programa original —el mismo ADN que contenía la semilla inicial, ahora multiplicado y enriquecido por el entorno que vivió, listo para reiniciar el ciclo.

Del mismo modo, cuando un universo alcanza su máxima expansión —su "espiga madura"— y comienza a colapsar en agujeros negros, está generando los granos cósmicos que llevarán consigo la energía, la información y el programa del universo entero. Cada agujero negro es entonces un grano cósmico, una semilla universal, lista para ser sembrada en el tejido del multiverso, donde podrá dar origen a un nuevo tallo, a una nueva espiga, a un nuevo universo.

La metáfora no es solo poética, es estructural: tanto en el trigo como en el cosmos, los procesos parecen obedecer a una lógica fractal y replicante, donde el colapso no es destrucción sino maduración, y la muerte no es final sino condición para la continuidad. Así como cada grano contiene todo lo necesario para reconstruir la planta, cada agujero negro podría contener todo lo necesario para reconstruir el universo.

Y si aceptamos que cada universo contiene una forma de inteligencia en evolución, cada nueva semilla no parte de la ignorancia, sino de la experiencia acumulada. Así, el Dios que crece en cada universo sucesivo no es una invención desde cero, sino una inteligencia en expansión, que recuerda, aprende y se renueva, como una cepa que pasa de vino en vino, afinando su esencia.

Cada universo hijo, entonces, no es solo un despliegue físico, sino un acto de continuidad espiritual. Una expansión de todo lo aprendido, vivido y experimentado en el ciclo anterior. Y por tanto, cada nuevo universo nace ya con una inteligencia latente, con un "Dios embrión", con una semilla de divinidad que se expandirá a través de su historia.