miércoles, 12 de octubre de 2022

UNA NAVE ESPACIAL LLAMADA TIERRA Capitulo XXXXI Síndone 8

 



Manchas de sangre


En la sábana se localizan varias manchas rojizas que asemejan sangre. El químico Walter McCrone las identificó como meros pigmentos e informó de que ninguno de sus exámenes de las muestras encontró presencia de sangre.


La tonalidad de rojo de estas supuestas manchas de sangre plantea serias dudas. Normalmente, las manchas de sangre se decoloran en relativamente poco tiempo hasta adquirir en su totalidad un tono parduzco, mientras que las del sudario abarcan del rojo puro al marrón habitual. Los defensores del sudario manifiestan que las manchas no provinieron de heridas abiertas, sino del líquido exudado por coágulos, aunque eso no resuelve el problema del color. En casos de traumas graves (como el del hombre del sudario), este líquido estaría compuesto por bilirrubina y hemoglobina oxidada, la cual permanecería por siempre roja. Adler y John Heller afirmaron haber hallado bilirrubina y albúmina en las manchas. Sin embargo, se desconoce si las manchas se produjeron al mismo tiempo que la imagen, que tanto Adler como Heller atribuyen al envejecimiento prematuro del lino.
Los análisis de Adler y Heller han sido criticados por John F. Fischer. Este analista forense critica la validez de los análisis de sangre que hicieron Adler y Heller porque no son específicos y pueden dar positivos falsos y la hipótesis de coloración por bilirrubina, ya que no ha sido demostrada empíricamente.


Respecto a la posición de los regueros de sangre de uno de los brazos, Garlaschelli y Borrini han presentado un estudio según el cual las manchas no se corresponden con la imagen tradicional de un crucificado con los brazos extendidos sobre la cruz. Tampoco concuerdan con otras imágenes en las que los brazos están atados con cuerdas. El brazo debería estar en alto, a más de 80º desde la horizontal.


En experimentos realizados con voluntarios para estudiar el comportamiento de la sangre que emanaría de las heridas atribuidas a la imagen del sudario, los investigadores Matteo Borrini y Luigi Garlaschelli encontraron que, suponiendo que las manchas del sudario fuesen realmente sangre, el patrón de flujo de las diferentes heridas no son consistentes entre sí, y concluyen que las pruebas realizadas no solo prueban que no hay manchas de sangre, sino que el sudario no es auténtico, sino una representación artística del siglo XIV.
Un estudio de la Universidad Católica de Murcia de 2017, dirigido por el médico Alfonso Sánchez Hermosilla, describió en la imagen de la síndone una herida penetrante (la lanzada) que le atravesaría el hemitórax derecho, con entrada por el quinto espacio intercostal y salida por el cuarto, próxima a la columna vertebral y la escápula derecha, dejando marcas que los autores atribuyen a coágulos de sangre y de líquido pleuro-pericárdico en la Sábana Santa. Dicho estudio, sin embargo, no ha sido publicado en ninguna revista científica.


=He podido saber a través de un libro publicado por un investigador de la figura de Jesucristo que se ha leído los evangelios apócrifos más importantes, que la supuesta lanzada del costado en realidad fue un arañazo ( Vuúoei) con una herramienta llamada Pilum (pelo metálico), así que esta historia del lanzazo no existió como tal pues se trataba de aparentar la muerte del crucificado no de matarlo realmente. LA HISTORIA OCULTA DE CRISTO por José Luis Parise. Esto ya, por si solo, invalida la autenticidad de la mortaja de Cristo. Y esto también indica que los evangelios canónicos están amañados. La muerte de Cristo fue un simulacro bien urdido pues Jesucristo se empeñó en cumplir con todas las profecías para que todo el mundo se convenciese de que él era el Mesías y por tanto tenía que morir y resucitar, pero como eso no era posible había que aparentar la muerte y el plan se cumplió perfectamente.


Granos de polens
Avinoam Danin y Uri Baruch, investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, informaron de la presencia de granos de polen en las muestras, pertenecientes a especies primaverales de Palestina. Trabajaron con muestras provistas por Max Frei-Sulzer, un criminólogo retirado de la policía suiza, reconocido por su técnica de toma de muestras mediante el uso de cinta adhesiva. Una revisión independiente de carácter escéptico realizada por Joe Nickell manifestó que, de las 26 cintas adhesivas usadas para tomar muestras, 25 apenas contenían restos de polen y casi todos se encontraban en una sola cinta, lo que podría ser un indicio de manipulación o, al menos, de contaminación.

 Posteriormente, el Prof. Danin retiró su apoyo a las identificaciones de pólenes hechas por Frei.


Gaetano Ciccone, analizando los muchos puntos oscuros del trabajo de Frei, la utilización de fotos ajenas como propias, la imposibilidad de ciertas afirmaciones, etc., concluye que en sus estudios hay algo más que incompetencia o superficialidad. Igualmente crítico, aunque menos drástico en las conclusiones, es Vaughn Bryant, en su recensión del libro de Danin et allia. Este autor extiende su escepticismo a los trabajos de Danin y Baruch, que encuentra insuficientemente fundamentados.


Danin y Baruch también detectaron siluetas de distintas flores en la tela. Basándose en las especies identificadas, han sugerido que deben provenir del entorno de Jerusalén, en los meses de marzo o abril. En el área frontal, la que correspondería a la corona de espinas, hallaron vestigios de Gundelia tournefortii, que en el área de Jerusalén es exclusiva de este periodo del año. Este análisis está basado en la interpretación de varios patrones en el sudario como plantas particulares. Aunque los escépticos aducen que, debido a lo confuso de las disponibles, no es posible decantarse inequívocamente por una especie concreta de planta. Se trataría de un caso típico de pareidolia (fenómeno psicológico que consiste en reconocer patrones significativos —como caras o cuerpos— en estímulos vagos y aleatorios como ocurre con las nubes o manchas de la pared).


Sudario de Oviedo
Los sindonólogos incluyen en su campo de interés otras reliquias cristianas similares, especialmente el Sudario de Oviedo (o "pañolón de Oviedo"), de relación controvertida con el Sudario de Turín.


En la Catedral de Oviedo se guarda un pequeño paño de lino manchado, venerado como una de las prendas funerarias descritas en el Evangelio de Juan (Juan 19:40 y 20:5-8) que menciona un «sudario» (σουδαριον: [soudarion]) que cubría la cabeza, y unos «lienzos» o «vendajes» (ὀθόνια: [ozonia]) cubriendo el cuerpo. Existen diversas leyendas que dicen que el Sudario de Oviedo fue la prenda que cubrió entonces la cabeza de Jesús.


Los primeros documentos históricos que lo mencionan son de finales del siglo XI, pero algunos historiadores, como Mark Guscin, creen que las leyendas sobre su llegada a España en el siglo VII tienen una base de verdad. Un estudio del Centro Español de Sindonología (CES) investigó la relación entre ese sudario y el de Turín. Basándose en la historia, patología forense, composición sanguínea (supuestamente de tipo AB, como la de la sábana) y patrones de las manchas, concluyó que ambas prendas cubrieron la misma cabeza en dos momentos distintos, pero próximos entre sí.


Otros críticos sostienen que el argumento es espurio. Puesto que niegan las manchas de sangre en la sábana, las del pañolón son irrelevantes. Max Frei-Sulzer también estudió los pólenes presentes en el sudario de Oviedo con muestras no extraídas por él de 1978 y otras extraídas por él mismo en 1979. Encontró pólenes de plantas comunes con la sábana de Turín y pólenes de plantas que no crecen en Europa pero que son frecuentes en los desiertos de Tierra Santa. El argumento sobre el polen está también muy debilitado por el descrédito del trabajo de Frei sobre la sábana.


Cuatro dataciones con el método de radiocarbono de 1990 a 2007 han revelado que el pañolón es de origen medieval. Entre los siglos VI y IX. Estas fechas son coherentes con los estudios de historiadores que afirman que la leyenda del Arca Santa y el sudario fue una invención del obispo Pelayo en el siglo XI. El Instituto Nacional de Toxicología y Ciencia Forense, que colaboró algún tiempo con el CES, se retiró de las investigaciones por la negativa de este último a admitir los resultados de las pruebas de radiocarbono.


Procesamiento digital de la imagen
Varios estudiosos han aportado multitud de nuevos detalles al utilizar técnicas de procesamiento digital sobre la imagen.


En 1981 el padre Francis L. Filas aseguró haber detectado imágenes de monedas en los dos ojos. Según su estudio, la derecha pertenecería a una moneda de cobre romana realizada en Jerusalén entre los años 29 a. C. y 30 d. C., mientras que la izquierda asemeja una moneda de lituus del reinado de Tiberio. En el siglo I fue costumbre poner monedas al cerrar los ojos a los muertos, razón que explicaría la presencia de las monedas. Algún error ortográfico de las monedas se ha encontrado en varios ejemplares no ligados con la sábana. Su teoría fue debatida por Antonio Lombatti y Alan Whanger en "Doubts Concerning the Coins Over the Eyes". Gian Marco Rinaldi publicó en el boletín de CICAP una crítica detallada con abundante material gráfico. Rinaldi afirma que la costumbre de poner monedas en los ojos no era hebrea y menos poner monedas imperiales en un cadáver de un judío religioso. También compara las fotografías que usó Filas con otras de mayor resolución, en las que desaparece la imagen del leptón.


En 1979, Piero Ugolotti dijo haber hallado caracteres griegos y latinos próximos a la cara, que fueron estudiados posteriormente en 1997 por André Marion y su alumna Anne Laure Courage, del Institut d’Optique Théorique et Appliquée d’Orsay (Instituto de Óptica Teórica y Aplicada de Orsay).


En el lado derecho encontraron las letras ΨΣ ΚΙΑ, que ellos interpretaron como ΟΨ—ops ‘cara’ + ΣΚΙΑ—skia ‘sombra’, aunque no aparece la primera letra. El problema de esta interpretación es que es gramaticalmente incorrecta, pues en griego «cara» debería aparecer en genitivo. A la izquierda hallaron las letras in nece (parte tal vez de in necem ibis, ‘irás a la muerte’), y ΝΝΑΖΑΡΕΝΝΟΣ— nnazarennos (una forma incorrecta de escribir ‘nazareno’). Otros investigadores detectaron otras muchas «inscripciones», pero según Mark Guscin, solamente una de ellas podría estar escrita en griego: ΗΣΟΥ que es el genitivo de «Jesús», a falta de la primera letra. En opinión de Guscin, las pretendidas inscripciones no tienen sentido ni gramatical ni históricamente hablando, lo que sería motivo para dudar de ellas. Pero el hecho de que se vean en unas diapositivas y en otras no sugiere que no responden sino al deseo subjetivo de "ver algo nuevo".


He experimentado muchas veces los efectos de la pareidolia cuando estoy sentado tranquilamente y dejo vagar mi mirada por el suelo, así descubro rostros, animales, letras, números…y eso que no estoy predispuesto a encontrar nada concreto. Seguro que vosotros también habéis tenido esta
s experiencias.















martes, 11 de octubre de 2022

UNA NAVE ESPACIAL LLAMADA TIERRA Capitulo XXXX Síndone 7




















La tesis de Rogers ha sido también apoyada por el experto en microscopía John L. Brown, Otros autores, partidarios y contrarios a la autenticidad, no admiten las tesis de Rogers. Como P. Berger, S. Schafersman, M. Antonacci o I. Wilson, que cuestionan la procedencia de las muestras, hallan errores en los cálculos, piensan que el método de datación por vanilina que utilizó Rogers no es fiable y/o no creen que existieran remiendos en la zona de las muestras. En general, la mayoría de los expertos textiles no consideran fiable el método usado por Rogers.

Benford y Marino, que fueron los que primero defendieron la teoría del remiendo invisible, han presentado como evidencia a favor de su existencia un comunicado personal del Sr. Michael Ehrlich, propietario y presidente de Without A Trace, (compañía que proporciona servicios de reparación y zurcido), en el sentido de que los artesanos de la Edad Media eran capaces de realizar un entretejido que reparaba los tejidos de una manera invisible. Según Benford y Marino, Flury-Lemberg desconocería esta técnica “mágica”. Sin embargo, en un artículo de 2007 Flury-Lemberg, experta en conservación de tejidos, descalificó la opinión mantenida por Ehrlich que, según ella, era un mero reclamo comercial para un remiendo que era visible a ojos de expertos como los que seleccionaron la muestra en 1988 e imposible de realizar en tejidos livianos como el lino. Flury-Lemberg también afirmó no haber encontrado ningún rastro de parches u otro tipo de remiendos con ocasión de los trabajos de restauración 2002. En su artículo, basándose en la observación y análisis de la tela por las dos caras, rechazaba la teoría del remiendo invisible que había servido de base a los trabajos de Rogers.

Los intereses comerciales también alteran los resultados a favor del negocio.
En 2010, Timothy Jull y Rachel A. Freer-Waters, de la Universidad de Arizona, analizaron una muestra del tejido que había quedado de reserva en el laboratorio de Tucson tras la datación de 1988. El estudio se limitó a constatar que no había alteraciones del tejido que permitieran suponer que la datación se había hecho con material diferente del lienzo.

En 2015 Bella, Garlaschelli y Samperi, publicaron una comunicación en Thermochimica Acta en la que afirman que Rogers cometió algunos errores importantes en su interpretación de los datos del espectrógrafo de masas que invalidarían la teoría del remiendo invisible.
En 2010, un estudio de estadística cuestionó el tratamiento de los datos obtenidos de las diferentes submuestras por los tres laboratorios.

Residuos bacterianos
Uno de los primeros argumentos usados para cuestionar la datación fue el de los residuos bacterianos, ya que hay varios ejemplos de objetos antiguos cuya datación resultó ser inexacta, especialmente en los orígenes de la radiometría. El caso más notable se dio en 1970, cuando se dataron los huesos de una momia del Museo Británico unos 800–1000 años antes que su envoltura. Hay que tener en cuenta también que la esquina utilizada en la datación habría sido más manoseada que el resto de la tela, subiendo el riesgo de contaminación por bacterias y otros residuos. Las bacterias y sus desechos (bacterias muertas y subproductos) contienen carbono, lo que acercaría a nuestros días la fecha radiométrica. Esta hipótesis es fundamentalmente defendida por Leoncio Garza-Valdes.
El físico nuclear Harry E. Gove, de la Universidad de Rochester, inventor del método de datación por radiocarbono que se utilizó en 1988, admitió la posibilidad de una capa bioplástica que hubiera falseado la datación. Según Gove, si esta cubierta fuera lo bastante gruesa, podría haber producido unas fechas más recientes que las reales. Sin embargo, en Relic, Icon or Hoax? Carbon Dating the Turin Shroud y en A problematic source of organic contamination of linen, el mismo Gove determinaba que los estudios realizados eran parciales, inconcluyentes y no aplicables al lienzo de Turín. Rodger Sparks, experto en radiocarbono, y otros científicos han opinado que para que una contaminación bacteriana medieval produjera un error de trece siglos, haría falta una capa bioplástica del doble del peso de la muestra. Ya que esto puede detectarse fácilmente, se examinaron varias fibras en el Centro Nacional de Excelencia de la Fundación de Ciencias de Espectrometría de Masas en la Universidad de Nebraska. El examen piro-másico-espectrométrico no detectó ningún tipo de polímero bioplástico en las fibras, ya fueran éstas de la imagen o de otras zonas del sudario. A su vez, el análisis de micro-sondas láser Raman efectuado en Instruments SA, Inc. en Metuchen (NJ), arrojó también un resultado negativo.

Por tanto los residuos bacterianos no influyeron en la datación, dándola así por válida

Datación por rayos X
Un estudio de Liberato De Caro, Teresa Sibillano, Rocco Lassandro, Cinzia Giannini y Giulio Fanti, publicado en 2022 en la revista Heritage, dató un hilo del sudario (de los extraídos en 1988) mediante la inspección de su degradación estructural mediante dispersión de rayos X de gran angular. El resultado del estudio indica que es posible que el sudario tenga 2000 años de antigüedad.

Análisis histórico de materiales
Gran parte de la investigación reciente se ha centrado en las marcas de agua y quemaduras. Las quemaduras más grandes provienen claramente del incendio de 1532 (hay otras menores que debieron originarse en algún momento anterior), y se supone lo mismo para las marcas de agua.

Sin embargo, en 2002, Aldo Guerreschi y Michele Salcito presentaron un escrito en París durante el IV Simposio Científico Internacional, opinando que muchas de esas marcas debían de ser más antiguas, porque las simetrías se corresponden más con el plegado que se requiere para guardar la tela en una jarra de barro como las que se encontraron en Qumrán que las que se hubieran producido estando en el relicario que la hospedó en 1532.
Según la experta restauradora de textiles Mechthild Flury-Lemberg hay un zurcido en la sábana idéntico a un tejido del siglo primero, que era exclusivo de la fortaleza de Masada junto al Mar Muerto. Gilbert Raes, del Instituto Ghent de Tecnología Textil de Bélgica, estudió el sudario en 1973. Según él, el tejido tiene un patrón de 3:1, lo que lo hace más complejo de fabricar y, por lo tanto, se habría tratado de un tejido caro en la época antigua. William Geilmann, experto textil de la Universidad de Maguncia, estudió piezas de lino de Palmira, Siria, datadas entre los siglos I y III y una de ellas tenía el mismo patrón 3:1 del sudario. John Tyrer, que durante 25 años estuvo a cargo de estudios textiles en la Manchester Chamber of Commerce Testing House and Laboratory del Reino Unido, escribió: "textiles de lino con torsión de hilos en Z y tejidos de sargas reversibles de tres a uno similares al sudario de Turín podrían haber sido producidos en el siglo I en Siria o Palestina".

Estas afirmaciones son contradichas por el trabajo de Orit Shamir. Según Shamir, son varias las diferencias fundamentales entre el tejido del sudario de Turín y los de Palestina en el siglo I (analiza más de 1500). Ni el tipo de hilado (torsión en Z), ni el material, ni la densidad del entramado (demasiado denso), ni el formato de tejido del lino (3:1), son propios de las telas del siglo I en Palestina. Además, pese a lo que afirmó Flury-Lemberg, los hilos que se utilizaron para coser la franja lateral del Sudario de Turín pueden encontrarse en periodos distintos de la época romana. No hay ningún tejido de la época que contenga algodón. Shamir también descarta que la tela haya sido importada desde otros territorios.

Usando un microscopio y luz polarizada, Gilbert Raes identificó trazas de algodón en el sudario. El algodón estaba integrado en el hilado del lino, por lo que se ha llegado a pensar que no se trataba de una contaminación posterior. Por esto, se ha deducido que, fuera donde fuera elaborado el sudario, lo fue en un equipamiento que también se usaba para tejer con algodón. El tipo de algodón hallado es de la variedad Gossypium herbaceum, una variedad que estaba presente en el siglo I en Oriente Medio y que no llegó a Europa hasta la Edad Media. No se han encontrado trazas de lana, cuando la ley judía (Deuteronomio 22:11 y Levítico 19:19) prohíbe la mezcla de lana con lino.

Estudio forense médico y biológico
Detalles de la técnica de la crucifixión
Los partidarios de la autenticidad del sudario sostienen que es improbable que un falsificador medieval estuviera al tanto de algunos detalles técnicos de un método de ejecución abandonado casi por completo desde hacía siglos. La perforación de las muñecas en vez de las palmas va en contra de la iconografía tradicional cristiana, sobre todo la medieval, pero el Dr. Pierre Barbet creyó que los condenados a la cruz eran clavados habitualmente por las muñecas como en la imagen del Sudario de Turín, y esto no era algo de común conocimiento en la Edad Media.


Respecto a la posición de los clavos existe una polémica en torno al único esqueleto de un crucificado que se ha encontrado. El arqueólogo Nicu Haas pensó haber encontrado rastros de clavos entre el húmero y radio, pero una revisión posterior de Zias y Sekeles afirmó que los indicios eran insuficientes y mantuvo la hipótesis de cuerdas en las manos, en lugar de clavos.

La teoría del Dr. Pierre Barbet fue criticada por el Dr. Frederick Zugibe, y por el arqueólogo Joe Zias. El primero demostró que es imposible que un clavo pasara por el espacio Destot (ver el dibujo anatómico de la mano y el Cristo reproducido con la posición de los clavos), como pretendía el Dr. Barbet, y que era imposible que el crucificado flexionara los brazos para respirar. En lugar de la asfixia, defendió que la muerte se producía por un choque hipovolémico (Un shock hipovolémico es una afección de emergencia en la cual la pérdida grave de sangre o de otro líquido hace que el corazón sea incapaz de bombear suficiente sangre al cuerpo. Este tipo de shock puede hacer que muchos órganos dejen de funcionar). Zias advierte de que los crucificados en el Imperio Romano no pendían de las muñecas, sino que, para alargar la agonía, se les colocaba un sedile (soporte de madera para apoyar los pies).