Lolo es un niño de cuatro años, muy guapo y muy inteligente a quien le gusta mirar el cielo y quedarse embobado contando las estrellas, aunque solo cuenta hasta 20 y luego vuelve a empezar, por ello su conclusión es que hay muchos veintes de estrellas.
El día de Noche Buena, fiel a su costumbre, en cuanto se hizo de noche, salió al patio de su casa a contar las estrellas por si alguna faltaba o aparecía alguna nueva. Mientras, sus papás se afanaban en preparar la cena, pues vendrían sus tíos y su prima Loli.
De pronto vio como la estrella más brillante que vislumbraba en el cielo comenzó a moverse de izquierda a derecha, primero lentamente y luego de forma más rápida, para finalmente ir cayendo hacia donde él estaba. Aunque el miedo comenzó a hacer mella en él, aguantó sin moverse para ver que sucedía. Vio como la estrella, cada vez se hacía más grande según se iba acercando y cuando llegó a tierra, como a unos veinte metros de él, fue cuando se dio cuenta que se trataba de una preciosa niña que relumbraba a todo su alrededor. Ella, con una sonrisa angelical, se fue acercando a Lolo y le dijo:
-Hola Lolo, no temas, soy el Espíritu de la Navidad y vengo a tocarte con mi halo para que con mi energía puedas transmitir a los demás paz y felicidad.
Lolo no podía articular palabra y ni siquiera conseguía tragar la saliva de su boca, asustado como estaba, y la mente se le quedó en blanco.
Absorto en la contemplación de tan preciosa criatura y percibiendo su bondad a través de su sonrisa, por fin pudo reaccionar y decirle:
-¿Tú… tú…tú eres el Espíritu de la Navidad?
-Si, eso es. Vengo a cumplir mi misión de transmitir paz y felicidad para todas las personas.
- Y ¿para mi perrita Layla?
-Para tu perrita Layla también ¡claro!
-Y para mi prima Loli ¿verdad?
-Si, también para tu prima Loli, a la que quieres mucho.
-Si, es verdad, la quiero mucho y nos llevamos muy bien.
-Pues tú serás quien transmitirás a toda tu familia y amigos mi Espíritu, mi energía, para que todos tengan paz y felicidad.
-¿Cómo haré eso?
-Pues bastará con que les des un beso con todo tu cariño y en ese momento me imagines como me estás viendo ahora y así yo estaré allí.
-¡Vale! Pues así lo haré.
-De acuerdo Lolo, con mi energía tú sentirás mucha paz y serás muy feliz, ya lo verás. Y no te olvides de hacer lo que te he dicho.
-Lo haré, Espíritu de la Navidad.
Entonces el angelical espíritu se transformó todo en luz, una luz cegadora que comenzó a moverse hacía arriba, lentamente, y según subía se desplazaba más rápido, cada vez más rápido, hasta que, en un instante, volvió a ocupar su posición en el cielo. Lolo vio como si le hiciera señales, pues la estrella parecía que se apagaba y se encendía.
Lolo entró en su casa radiante de felicidad y dio un beso a su mamá y al retirarse se dio cuenta de que a su mamá le brillaban los ojos de una manera especial, como nunca le había visto. Después besó a su papá y sucedió mismo, parecía que salía luz de los ojos de su papá. Después le dio un beso a su perrita Layla y ésta dejó escapar un ¡guau! Especial, tierno. Así Lolo vio que era verdad lo que le había dicho el Espíritu de la Navidad y por ello se sintió muy feliz.
Pasado un rato, sonó el timbre de la puerta y al abrir su mamá vio que eran sus tíos y su prima Lola y comprobó que según los iba besando aparecía en sus ojos ese brillo especial, particularmente en su prima Lola que sus ojos parecían dos luceros.
-¡Qué guapa estás prima Lola! Tus ojos brillan de una manera especial.
-¡A ti también te brillan primo Lolo! Nunca te vi tan guapo como hoy.
Y así, gracias al Espíritu de la Navidad todos se sintieron muy felices y, llenos de paz, pasaron un magnífica Noche Buena, muy buena.