La Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos es un día festivo religioso dentro de las Iglesias católicas, en memoria de los fallecidos. Se conmemora el 2 de noviembre y su objetivo es orar por aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, en el caso católico, por quienes se encuentran aún en estado de purificación en el Purgatorio por no haber limpiado sus pecados veniales antes de morir.
Ciertas creencias populares relacionadas con el Día de los Difuntos son de origen pagano y de antigüedad inmemorial. Así sucede que los campesinos de muchos países católicos creen que en la noche de los Difuntos los muertos vuelven a las casas donde antes habían vivido y participan de la comida de los vivientes.
En Alemania cerca del año 980, según el testimonio del cronista medieval Viduquindo de Corvey, hubo una ceremonia consagrada a la oración de los difuntos el día 1 de noviembre, fecha aceptada y bendecida por la Iglesia romana. Probablemente a causa de los movimientos milenaristas, alrededor del año 1000, la conmemoración de los Fieles Difuntos, el día 2 de noviembre, se popularizó y extendió por la Cristiandad occidental, especialmente en 998, por idea de San Odilón de Cluny, hasta ser finalmente aceptada en el siglo XVI como fecha en el que la Iglesia celebraría esta fiesta y de ahí se difundió al mundo entero.
Durante la Reforma protestante, la celebración de los Fieles Difuntos fue fusionada con la de Todos los Santos por la Iglesia Anglicana, aunque fue renovada por ciertas Iglesias conectadas con el Movimiento de Oxford en el siglo XIX.
Entre algunos protestantes no anglicanos la tradición ha sido mantenida tenazmente. A pesar de la influencia de Lutero, que abolió esta celebración en Sajonia, y de las penas eclesiásticas luteranas, sobrevive esta celebración en la Europa protestante.
En las iglesias evangélicas de Alemania y Suiza se conmemora a los difuntos en el llamado Domingo de los difuntos o Domingo de la eternidad, que se celebra el último domingo antes de Adviento y es, por tanto, el último del año eclesiástico.
En España, como en otras partes del mundo, veneran a sus difuntos; se continúa con la tradición de estas fechas de asistir al cementerio para rezar por las almas de quienes ya abandonaron este mundo. Cuando yo niño se decía que iban al cementerio a limpiar las cruces, pues los pobres ponían una cruz de madera o metálica en las tumbas con el nombre del difunto. Los ricos encargaban lápidas de mármol que se labraban con decoración, nombre del difunto y fecha de su nacimiento y muerte, algunas con jaculatorias y parabienes. Los más poderosos ponían un mausoleo.
Esta fiesta está acompañada de un profundo sentimiento de devoción, donde se tiene la convicción de que el ser querido que se marchó pasará a una mejor vida, sin ningún tipo de dolencia, como sucede con los seres terrenales. También hay tradición en la repostería. Se hacen dulces típicos para la fecha, como los "huesos de santo". Son unos postres elaborados de mazapán, de color blanco y forma alargada y cilíndrica, originalmente rellenos de dulce de yema que recuerdan a tibias. En las islas Canarias se conoce como el Día de Finados, durante el cual, en la noche del 1 al 2 de noviembre, se solían reunir amigos y familiares para velar esa noche. Contaban historias, cuentos, debatían y hablaban mientras comían los frutos típicos de la época: castañas, nueces, manzanas y dulces; acompañando tales viandas con anís o ron miel.
Si nos remontamos a los inicios de la humanidad, parece ser que fueron los dioses los que enseñaron a los humanos a venerar y enterrar a sus muertos. Luego vinieron las religiones a darles un significado trascendental/espiritual a estos eventos. Para mi es una forma más de las religiones de manipular a la humanidad haciendo que dependamos de los curas hasta la muerte.
Según las creencias de los lamas tibetanos, cuando una persona muere, el cuerpo astral se separa del cuerpo físico que ya no funciona y se rompe el llamado “cordón de plata”. Este cuerpo astral es en realidad nuestro yo energético que contiene nuestros conocimientos y experiencias adquiridas en la vida. Es lo que en las religiones se le llama alma, espíritu y sería también el fantasma que se aparece a algunas personas.
Al morir, este cuerpo astral vaga un tiempo por los lugares que vivió, hasta que asimila que ya no está vivo, especialmente cuando la muerte es traumática e instantánea, que tardará mucho tiempo en ser consciente de que ya no está vivo. Evidentemente está en otra dimensión, en estado energético, y ahí permanecerá hasta que decida abandonar definitivamente el planeta para ubicarse en una zona en el espacio-tiempo que le corresponde, donde permanecerá preparándose para su próxima reencarnación.
En parapsicología se han estudiado multitud de casos de fantasmas o espíritus que se han aparecido a ciertas personas e incluso han conversado con ellas y se ha demostrado quienes eran, o mejor quienes habían sido antes de morir. Por tanto hasta ahí está demostrada su veracidad. Algunas personas tienen la facultad de verlos y comunicarse con ellos en forma telepática, todo mientras están en el plano terrícola, ya después no parece que haya posibilidad de comunicación.
Evidentemente todo el tema religioso de los pecados, el purgatorio, el infierno, la gloria y demás consideraciones de este tipo no entran en mis parámetros, pues como bien sabéis para mí no existe ese dios antropomórfico que nos vigila y castiga hasta la eternidad. El Programa Superior Cuántico que controla y mantiene el Universo, no contiene un algoritmo diseñado para castigar a los humanos, sino que la ley universal de “trata a los demás como quieres que te traten a ti”, crea en nosotros un estado de conciencia que determina que debemos aprender en la vida para progresar como seres inteligentes, y tendremos que seguir reencarnándonos hasta que lo aprendamos todo.