Para quienes no sepan mucho de Toulouse Lautrec, les remito al
artículo que escribí hace unos meses donde sintetizo su vida y su obra,
titulado Toulouse Lautrec.
En esta ocasión traigo aquí uno de los múltiples carteles que creó
para el cabaret Moulin Rouge, donde destacó por su originalidad y
sencillez de medios.
El cartel Moulin Rouge: La Goulue se trata de una litografía
de color a partir de 1891, probablemente impreso en unos 3.000
ejemplares, la publicidad de los famosos bailarines La Goulue y
‘Sin-huesos’ Valentín, y el nuevo salón de baile en el Moulin Rouge.
Es una audaz litografía a cuatro colores (cuatricromía) que
representa la famosa bailarina de can-can La Goulue y su socio flexible
Valentine ‘le Désossé’, que hizo para anunciar al popular cabaret
francés, Moulin Rouge. Su público se reduce a las siluetas con el fin de
centrar la atención en los artistas y evocar el arte japonés entonces
en boga, del que se contagiaron muchos pintores de la época. La triple
repetición del nombre del club señala la atención a la figura central
del cartel , LA GOULUE. El blanco puro de las enaguas, representado con
sólo unas pocas líneas sobre el papel blanco, personifica el estilo
audazmente simplista de Toulouse- Lautrec y rompe con los carteles de
texto-pesados de la época.
Desde el punto de vista cromático podemos ver los colores rojo,
amarillo, negro, marrón, blanco y una gama de grises que ocupan la
mayoría del fondo, destacando el amarillo de la lámpara que medio se ve
en la izquierda y que se repite en las lámparas del fondo, encima de la
siluetas en negro del público. Centra la obra las enaguas de la
bailarina en blanco. Mientras La Goulue baila el can-can Valentín parece
estar danzando alrededor.
La composición está resuelta fundamentalmente por dos triángulos
isósceles y una jota. El triángulo superior se asienta en la base pero
el inferior es invertido, por tanto, de equilibrio inestable tal como
está la bailarina en equilibrio inestable. Como ya sabéis, los
triángulos producen sensación de grandiosidad y seguridad y, al estar
invertido, esa sensación es también de ascensión, tal como corresponde a
la danza. La repetición de las lámparas amarillas es un ritmo perfecto
igual que la repetición de cabezas con sombrero. Las tablas del suelo
van todas dirigidas al fondo, al punto de fuga de la perspectiva, así
como la fila de siluetas de la derecha.
En cuanto la jota que conforma Valentín, ayuda a centrar la atención en la bailarina al cerrar por abajo y el lateral derecho.