jueves, 23 de marzo de 2023

LA EUCARISTÍA

 



La Eucaristía (del griego εὐχαριστία, eucaristía= acción de gracias), llamada también Santo Sacrificio, Cena del Señor,​ Fracción del Pan, Comunión, Santísimo Sacramento, Santos Misterios o Santa Cena, según la tradición de las iglesias católica, ortodoxa, copta, presbiteriana, adventista y algunas denominaciones luteranas, considerado como un sacramento, es el cuerpo y la sangre de Jesucristo bajo las especies de pan y vino.

Los elementos de la Eucaristía son el pan sacramental y el vino sacramental que se consagran en un altar y se consumen a partir de entonces. Los comulgantes, aquellos que consumen los elementos, pueden hablar de "recibir la Eucaristía", así como de "celebrar la Eucaristía".

Los católicos creen que por la consagración las sustancias del pan y el vino en realidad se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo (transubstanciación) mientras las apariencias (o "especies") del pan y el vino permanecen inalteradas. Los luteranos creen que el cuerpo y la sangre de Cristo están realmente presentes "en, con y bajo" las formas del pan y el vino (unión sacramental). Los cristianos reformados creen en una presencia espiritual real de Cristo en la Eucaristía. La teología eucarística anglicana afirma universalmente la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Otros, como los cristadelfianos consideran que el acto es solo una recreación simbólica de la Última Cena y un memorial conmemorativo.

En la Iglesia católica, en las Iglesias ortodoxas, copta y en la Iglesia anglicana, la eucaristía se considera la fuente y culmen de la vida de todo cristiano. De acuerdo al catecismo de la Iglesia católica la eucaristía representa un signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la vida eterna.

El término εὐχαριστία (eucharistia) aparece como rito​ en la Didaché (documento de finales del siglo I o principios del II),​ y por Ignacio de Antioquía (que murió entre 98 y 117) y por Justino Mártir (Primera Apología escrita entre 155 y 157).​ Hoy en día, "la Eucaristía" es el nombre todavía usado por los ortodoxos orientales, católicos, anglicanos, presbiterianos y luteranos. Otras denominaciones protestantes rara vez usan este término, prefiriendo "Comunión", "La Cena del Señor" o "Partición del Pan".

La teología católica considera a la eucaristía como un sacramento instituido por Jesucristo durante la Última Cena.

La Iglesia católica afirma que la institución de la eucaristía por Jesucristo, tal como lo relatan los evangelios sinópticos, se realizó cuando tomando en sus manos el pan, lo partió y se los dio a sus discípulos diciendo:

Tomad y comed, este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros. Del mismo modo, tomó el cáliz y se lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y bebed todos de él, porque esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía.

Cfr. Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:19-20; 1 Cor 11:23-26

La Iglesia católica entiende que la eucaristía fue prefigurada ya en el Antiguo Testamento, especialmente en la cena pascual, celebrada por los judíos, donde consumían pan sin levadura, carne de cordero asada al fuego y hierbas amargas.

Los elementos principales de la celebración de la Pascua judía se encuentran en los siguientes textos bíblicos: Ex 12:1-8; Dt 16; Lv 23:5-8; Nm 28:16-25.

La Pasión. En el relato de la institución de la eucaristía, Jesús anuncia su propia muerte violenta: habla de «mi cuerpo, que será entregado», «el cáliz de mi sangre, que será derramada».

Como de costumbre la Iglesia crea un símbolo dándole un nuevo significado a una palabra, eucaristía, cuyo auténtico significado es “acción de gracias” o bien podemos usar la palabra “comunión” que indica participación en lo común. Trato familiar, comunicación  de unas personas con otras.

Pero no se conforma con dar un nuevo significado a las palabras sino que nos quieren “hacer comulgar con ruedas de molino” pretendiendo que veamos el cuerpo de Cristo en una pequeña oblea de pan ácimo y su sangre en el vino que contiene una copa o cáliz.

Volvemos a tirar de la magia eclesial y mediante unos movimientos de manos en el aire y unas genuflexiones, resulta que estas sustancias cambian de sustancia pero no de aspecto, y si hiciéramos un análisis químico de la oblea y del vino, comprobaríamos que siguen siendo pan y vino y no carne y sangre humana, por mucho que se empeñe la Iglesia, el Papa, los Cardenales, los Obispos y los Curas en general. Como de costumbre es una gran mentira que los fieles creen aunque no lo entiendan, pues no hay nada que entender, simplemente es absolutamente falsa esa afirmación.

 

Tal como afirman los cristadelfianos, acepto que el acto es solo una recreación simbólica de la Última Cena y un memorial conmemorativo, pero resulta inaceptable una mentira tan burda como querer hacer creer que aquello es el cuerpo y la sangre del mismo Cristo. Cualquier mago ilusionista nos haría un truco de verdad y podría convertirlo en carne y sangre pero sin hacer cambio alguno querer convencernos de que si lo hay es el colmo del cinismo.

Como en otros muchos temas los santos padres de la Iglesia, a lo largo del tiempo, han ido expresando su punto de vista marcando sus aceptaciones y sus diferencias, lo que vuelve a dejar claro que ni siquiera entre ellos se ponen de acuerdo pues todos estos inventos son susceptibles de modificarse si se cree que con los cambios la cosa será más creíble o bien que refuerza la fe ciega de los creyentes.

Estos son algunos de los santos padres que fueron introduciendo variaciones en los conceptos relativos a la eucaristía: San Ignacio de Antioquía, San Justino Mártir, San Ireneo de Lyon, Tertuliano, San Cipriano, San Ambrosio, Pedro Lombardo y Santo Tomás de Aquino.

Después llega Martín Lutero y afirma que, dado que el hombre solo es justificado por Dios a través de la fe y no de las obras, la misa es una obra humana más sin mayor eficacia que el de aumentar la fe.

De esta forma tan rotunda Martín Lutero se carga toda la doctrina de la Iglesia Católica relativa a la misa y su contenido como la eucaristía.

Ulrico Zwinglio, partiendo también del hecho de que el sacrificio de Cristo es único, afirma que la misa es solo un recuerdo del sacrificio, una garantía de la redención que nos obtuvo el Señor.

Juan Calvino afirma no solo la unicidad del sacrificio, sino también del sacerdote que excluye cualquier sucesor o vicario. Las últimas ediciones de su libro “Institución de la religión cristiana” admiten que la misa sea sacrificio pero de alabanza y acción de gracias, nunca de propiciación.

Recientemente algunos reformadores han vuelto a considerar la teología del sacrificio eucarístico y en los documentos teológicos elaborados entre católicos y luteranos o anglicanos hay diversas posiciones más o menos cercanas, aunque todavía no comunes. 

Así Pio XII revaloriza la identidad de la misa y la eucaristía con la pasión de Cristo, redundando en ello el Concilio Vaticano II, Pablo VI , Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Por ello hoy dicen: La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia.

La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la acción litúrgica.

Es Cristo mismo, sumo sacerdote y eterno de la nueva Alianza, quien, por el ministerio de los sacerdotes, ofrece el sacrificio eucarístico. Y es también el mismo Cristo, realmente presente bajo las especies del pan y del vino, la ofrenda del sacrificio eucarístico.

En definitiva, han querido adornarlo tanto y darle tantos significados a este sacramento que lo han hecho absolutamente increíble por mucho que se empeñen.

Evidentemente no se han planteado de que si realmente la oblea y el vino se convirtieran en el cuerpo y sangre de Cristo, aparte de ser un acto de magia o brujería –cuando la Iglesia está en contra de ellas- sería una total aberración ingerirlo pues sería antropofagia, un acto sanguinario y cruel además de aborrecible, comparable a las barbaridades que cometen ciertas sectas.

miércoles, 22 de marzo de 2023

LA CONFESIÓN Y EL PERDÓN DE LOS PECADOS.

 







La confesión se hace necesaria desde el momento en que los humanos cometemos pecados según las religiones en general y según la Iglesia católica en particular. Pero ¿de donde viene la palabra pecado?

Para los griegos pecado se decía hamartia: “fallo de la meta, no dar en el blanco”. Los escritores griegos solían utilizar la forma verbal hamartánō con respecto al lancero que erraba su blanco y, por implicación, aludía al concepto de vivir al margen de un código moral o intelectual tenido por meta ideal, debido a una actitud errónea, consciente o inconscientemente.

En hebreo la palabra común para "pecado" es jattáʼth, חטא que también significa “errar” en el sentido de no alcanzar una meta, camino, objetivo o blanco exacto.

Por tanto, como de costumbre la Iglesia se apropia de palabras que tienen un significado concreto y común para el entorno y transforma su significado acomodándolo a sus intereses y así la palabra pecado (del latín peccātum) pasa a significar la transgresión voluntaria y consciente de la ley divina.

Sacramento de la penitencia

El sacramento de la penitencia, también conocido como sacramento de la reconciliación, de la confesión, del perdón o de la curación, es uno de los siete sacramentos de las Iglesias católica, ortodoxa y copta.

La fe católica considera que se trata de un sacramento de curación instituido por Jesucristo, y que quienes se acerquen a él con las debidas disposiciones de conversión, arrepentimiento y reparación reciben el perdón de Dios por sus pecados cometidos después del bautismo así como también la reconciliación con la Iglesia.

La tradición de la Iglesia toma normalmente la afirmación de los apóstoles de Jesús, según la cual este les había dado poder para perdonar los pecados en nombre de Dios. Los sucesores de los apóstoles escribieron que estos les habían transmitido dicha facultad —entre otras—. Como mayor referencia, se lee en el Evangelio de Juan 20, 23:

Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.

Asimismo, reafirma este mandato con un pasaje del Evangelio de Mateo 9, 6-7:

Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados dice entonces al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

La confesión misma también está indicada en la Epístola de Santiago 5, 16 :

Confesaos, pues, mutuamente vuestros pecados y orad los unos por los otros, para que seáis curados. La oración ferviente del justo tiene mucho poder.

Además es sabido, por el libro de los Hechos de los Apóstoles, que la confesión de los pecados era una práctica habitual en la Iglesia primitiva, por lo menos en su forma pública.

Según la segunda epístola a los corintios 2 Cor 5:18-20, fue Dios mismo quien entregó el ministerio de reconciliación:

... y todo esto proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo, y nos encomendó el ministerio de la reconciliación. Nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Somos pues embajadores de Cristo, como si Dios exhortara por medio de nosotros. Os suplicamos en nombre de Cristo ¡Reconcíliense con Dios!

Así que ya no solo es un poder que transmite Jesucristo a los apóstoles sino que es el mismo Dios el que lo autoriza. No sé a que dios se refiere la Iglesia cuando dice esto, pues si se refiere a Yahvé que no soportaba la más mínima desobediencia, es difícil de creer. Si pensamos que Yahvé, como he explicado muchas veces, era en realidad el Elohim o Anunnaki Enlil, resulta que estamos hablando de un alienígena que era un absoluto canalla, por tanto con ese no han hablado. Si hablamos del auténtico creador del Universo, la realidad es que nadie puede hablar con él, por mucho que se empeñen las religiones, pues nadie sabemos que es ni donde está. Mi concepción de la divinidad creadora es que se trata del Universo y todo lo que existe en él, por tanto nada que ver con un ser antropomorfo que piense y sienta como un humano y que se sienta ofendido por las tonterías o las barbaridades que hagamos los humanos, pues ni siente ni padece, por lo que no tiene sentido alguno que nos perdone o nos castigue sino que más bien es la propia Iglesia la que perdona y castiga a sus fieles, pues entre los curas, hasta ahora, poco han castigado a los canallas pederastas que han mancillado a nuestros niños. Y no creo que lleguen al absurdo de engañarse entre ellos, perdonándose unos a otros los desmanes que cometen, aunque todo puede ser.

Para conocer algo de la disciplina penitencial, una obra importante es El pastor de Hermas, de mediados del siglo II. Mientras que algunos doctores afirmaban que no hay más penitencia que la del bautismo, Hermas piensa que el Señor ha querido que exista una penitencia posterior al bautismo, teniendo en cuenta la flaqueza humana, pero en su opinión solo se puede recibir una vez. De todas maneras, cree que no es oportuno hablar a los catecúmenos de una «segunda penitencia», ya que puede causar confusión, puesto que el bautismo tendría que haber significado una renuncia definitiva al pecado.

Así que el acto de la confesión se justifica en los Evangelios y en las epístolas hasta que llega este santo varón y dice otra cosa. Si los dirigentes de la Iglesia Católica se permiten estas digresiones será, pienso yo, porque no está tan claro que esté basado en lo que en principio se decía.

A comienzos del siglo III, esa única penitencia eclesiástica años después del bautismo ya estaba perfectamente organizada y se practicaba con regularidad tanto en las Iglesias de lengua griega como en las de lengua latina.

Lo que realmente quiere decir que por fin se pusieron de acuerdo en que hacer y como hacer, pues todo ello es un invento más de la Iglesia y sus jerarquías.

El obispo Hipólito de Roma escribió que la potestad de perdonar los pecados la tenían solo los obispos. En ambas tradiciones, y hasta fines del siglo VI, no se conocía sino esa única posibilidad de penitencia, que había sido denominada por Tertuliano, «segunda tabla de salvación» (cf. De paenitentia 4, 2 y citado en el Concilio de Trento, ver DS 1542).

Lo que quiere decir que tres siglos después de marcharse Jesucristo, solo los obispos tenían potestad para confesar a los fieles y se limitaba a solo una vez después del bautismo.

La práctica de la penitencia comenzaba con la exclusión de la eucaristía y terminaba con la reconciliación, que volvía a dar al penitente el acceso a ella. El tiempo penitencial generalmente era largo y dependía de la gravedad del pecado. Las etapas de la excomunión estaban claramente fijadas:

-El pecador debía confesar el pecado a solas ante el obispo.

-Era graciosamente admitido a la penitencia eclesial.

-Durante algún tiempo (semanas o meses) tenía que aceptar el humillante estado de penitente, que manifestaba incluso con un vestido especial.

-Debía mostrar su conversión y perseverancia con obras de penitencia (oraciones, limosnas y ayunos).

-Quedaba excluido de la Iglesia en la medida que no podía recibir la eucaristía y era apartado de la comunidad (no podía asistir a las reuniones).

-Finalmente, después de que la comunidad había orado por él, el penitente obtenía la reconciliación, normalmente mediante la imposición de las manos del obispo.

Dignos seguidores del antiguo dios Yahvé, castigaban y humillaban hasta el paroxismo al pobre fiel que se le ocurría confesarse, así que sospecho que no serían muchos, salvo cuando la falta fuese conocida de otros.

Conozco de primera mano la capacidad que tienen los curas para humillar a los demás, tal como sufrí durante cuatro años en el colegio de Salesianos.

No se precisa el modo en que esa reconciliación procuraba el perdón de los pecados. Las herejías penitenciales del montanismo (movimiento que inició un tal Montano en el siglo I que entraba en éxtasis y profetizaba el fin del mundo) y novacianismo (doctrina cristiana aparecida en el siglo III propuesta por Novaciano, considerado antipapa, y afirmaba que la Iglesia no tenía poder para autorizar la vuelta a la comunión de los cristianos bautizados que renegaron de la fe) obligaron a una reflexión teológica acerca de la praxis penitencial. Se rechazó el rigorismo: todos los pecados graves, incluso los tres capitales (apostasía-idolatría, homicidio y adulterio) podían ser perdonados; y todos los pecados —incluso los secretos—, debían ser sometidos a la penitencia episcopal. En este sentido, Ambrosio de Milán afirmó:

Dios no hace distinciones, porque prometió a todos la misericordia y concedió a sus sacerdotes la facultad de absolver sin excepción alguna. Aquel que exageró el pecado, que abunde en penitencia; los mayores crímenes se lavan con grandes llantos.

Grandes padres de la Iglesia como Tertuliano, Cipriano de Cartago, Agustín de Hipona, concilios como el III Concilio de Toledo y el de Arles o el Papa León I, fueron modificando a lo largo del tiempo todas las premisas y consideraciones respecto a la confesión y la penitencia y así, muchos pecadores esperaban los últimos momentos de la vida para pedir la penitencia, y una vez que se sentían recuperados de su enfermedad, rehuían al sacerdote para evitar someterse a la expiación. La penitencia eclesiástica no se aplicaba por lo general a los clérigos y religiosos que incurrían en pecados graves, ya que se pensaba que su dignidad podía recibir agravio; solo se le deponía de su cargo, podía acogerse a la penitencia privada y llevar una forma de vida monástica, que era considerada como un segundo bautismo que permitía el acceso a la eucaristía.

Como vemos, al igual que entre los bomberos, “no se pisan la manguera” y los castigos quedan para los ingenuos fieles.

A partir del año 1000 se generaliza la práctica de dar la absolución inmediatamente después de hacer la confesión, reduciéndose todo a un solo acto, que solía durar entre veinte minutos y media hora. Concilio IV de Letrán (a. 1215) impondrá el deber de confesar los pecados una vez al año.

Otra forma de penitencia que se impuso fue la flagelación; y no solo para penitentes, sino recomendada para cristianos deseosos de mortificación.

Algunos ejemplos de tarifas o aranceles de castigo para monjes, extraído del Poenitentiale Columbani:

homicidio: ayuno de diez años;
sodomía: ayuno de diez años;
fornicación (una vez): tres años;
fornicación (varias veces): siete años;
robo: siete años;
masturbación: un año.

Esto nos indica claramente que los monjes no eran muy santos que digamos, cometiendo las mismas faltas que cualquier humano, y sospecho que muchos monjes dejaron de desayunar para toda su vida.

La Iglesia nos dice que lo pecados más graves son: el secuestro, el asesinato, el incesto, el robo, el adulterio, la violación, el aborto y el suicidio, entre otros.

Y los curas son tan listos que hasta saben cuales son los pecados que más ofenden a su dios:


La soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia y la pereza son las siete pasiones del alma que la tradición eclesiástica ha fijado como «pecados capitales».

Independientemente de la vigencia o no de la idea de pecado en nuestras sociedades, son siete pasiones muy arraigadas en la psique humana. Esta es la razón por la que la Iglesia los valora, pues así tiene a sus fieles controlados, dominados, manipulados, es decir, gracias a estos pecados la Iglesia ejerce su poder sobre la humanidad que cree en ella y en lo que dice y esa es la única razón de la existencia de las religiones: ejercer el poder casi absoluto sobre la gente pues domina sus conciencias.

Reconozco que el tema de la confesión es un gran invento para la gente que se ve torturada por su propia conciencia, pues basta con decirle a un cura los pecados cometidos y de esta forma el mismísimo Dios le perdona y él recobra la paz mental.

Como siempre digo, respeto religiosamente las creencias de cada cual, pero informo del origen de este tema y los múltiples cambios que se han producido a lo largo de dos milenios y todo basado, supuestamente, en lo que dijo un hombre llamado Jesús y al que otro hombre llamado Pablo le atribuyó que era nada menos que el Hijo de Dios, cosa imposible de demostrar y menos hoy, pero hay gente que se lo sigue creyendo.

martes, 21 de marzo de 2023

EL BAUTISMO







La palabra bautismo procede del latín baptismus, baptó o baptizó cuyo significado es «lavar» o «sumergir». Es el rito de adopción y admisión al cristianismo casi invariablemente asociado con el uso de agua.

El rito esencial del Bautismo consiste en sumergir en el agua al candidato o derramar agua sobre su cabeza, pronunciando la invocación de la Santísima Trinidad, es decir, del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

El bautismo bíblico es por inmersión. Así está visto en los hechos y ceremonias simbólicas del Antiguo Testamento, y confirmado en el Nuevo Testamento, por ser la inmersión, la fórmula usada por Juan el Bautista, por Jesús y por los Apóstoles.

Ungido con el Santo Crisma –palabra que viene de Cristo, que significa ungido por el Espíritu Santo– se expresa que el Bautismo ha hecho a la persona un nuevo cristiano. Recibir a Cristo es, en cierto modo, “hacerse como Cristo”, “configurarse con Cristo”.

Tal como ya estamos acostumbrados, la Iglesia Católica, como cualquier otra religión, se basa en unos símbolos a los que dan unos significados y valores especiales, absolutamente falsos pero muy reales para los creyentes. Vemos que la palabra bautismo significa simplemente lavar que es sinónimo de expurgar, depurar, limpiar, purgar, acendrar.

La inmersión en agua se practicaba para la purificación legal. Los esenios practicaban este tipo de ablución purificadora que, para ellos, era también moral, como han podido demostrar sus piscinas rituales en Qumram. Juan el Bautista asumió este rito dándole el sentido de medio para la conversión.

Prosélitos judíos (gentiles que deseaban convertirse al judaísmo) también tenían una forma de bautismo. Ellos públicamente se lavaban como un rito de iniciación, y para demostrar que se estaban uniendo a una nueva religión y nación.

La palabra “abluciones” es un sustantivo femenino que significa “acción de lavar” o “inmersión en agua”, por tanto equivalente a bautismo, y es un ritual de purificación por medio del agua, común en numerosos cultos y religiones de todo el mundo.

¿Cuál es el significado de purificación? Quitar de algo lo que le es extraño, dejándolo en el ser y perfección que debe tener según su calidad.

Purificación espiritual es el proceso de limpieza del alma, que busca ayudar a la persona a convertirse en más consciente de sí misma y de su relación con el mundo a su alrededor.


Vemos como las religiones se apropian de palabras comunes que se refieren, en este caso, a la limpieza, tales como ablución y purificación, para asimilarlo a eso que ellos llaman alma o espíritu, aunque no saben lo que es, pues se trata de uno de sus inventos; se le dan atribuciones diversas y llegamos al absurdo y a lo inverosímil, al querer hacer creer que ese alma se limpia cuando limpiamos el cuerpo con agua, aunque esa agua sea bendita, cosa que se obtiene mediante un ritual que consiste simplemente en pronunciar unas palabras mientras se realizan unos signos en el aire, con las manos, como un acto mágico, aunque luego dice la Iglesia estar en contra de la magia. Como vemos todo muy incoherente.

Varias religiones sostienen que el bautizo es válido con la inmersión completa del cuerpo en el agua, como lo hizo Jesús.

Se practicaba desde diversas culturas como la egipcia, los pueblos mayas y hasta los primeros judíos.

En la actualidad el bautismo o bautizo es uno de los sacramentos más importantes del cristianismo. Sin embargo, esta tradición tiene una larga historia que, si bien es común en distintas culturas y religiones, posee diferencias y particularidades.

Este acto se inició mucho antes del nacimiento de Cristo, pues se celebraba entre los pueblos de la antigüedad como una fiesta pagana, es decir, una fiesta dedicada a otros dioses diferentes de Yahvé/Jehová. Se considera que comenzó a practicarse en Egipto como preámbulo al culto de la diosa Isis.

En la América Latina, el ritual del bautizo fue uno de los primeros aspectos que las poblaciones indígenas adoptaron del cristianismo, pero ha sido difícil medir el grado de incorporación del rito cristiano a las prácticas de estos pueblos.

El estudio señala que entre los mayas también se practicaba con el nombre de ‘Hetzmek’, y para ellos el sentido de esta costumbre era el de alejar el mal. Se hacía pasado los 3 años de edad. “Resulta curioso el hecho de que los indígenas tenían un nombre para el niño antes de ser bautizado y otro después de serlo, aunque este segundo era el mismo que el de sus padres”.

Quien oficiaba la ceremonia decidía el oficio al que se dedicaría ese niño. En la actualidad, todavía entre los mayas se practica este ritual que, si bien se ha ido mezclando con el bautizo católico, conserva tradiciones propias y muy curiosas, como el hecho de que los padrinos den cuatro pañales al niño para que en el caso de que fallezca, le sirvan de alas para volar al cielo.

Los primeros judíos realizaban el bautismo también como una forma de iniciación, de ahí que los católicos tomaran este sacramento como propio. Aunque en un principio, este acto católico era exclusivo de los adultos, y se hacía por inmersión, simbolizando el morir y el resucitar en una nueva vida.

Como vamos viendo cada cual le puede dar el significado que quiera al simple hecho de lavarse o mojarse.

Este tipo de bautismo es el que mantienen los “evangelistas”, para quienes la figura de los padrinos no existe, puesto que al practicarse entre personas que eligen libremente esta fe, son ellas mismas las que se comprometen a seguirla.

Es por eso que en la actualidad las distintas religiones acostumbran a practicar el bautismo, diferenciándose principalmente en si lo practican sobre recién nacidos o sobre adultos, o al menos, jóvenes con capacidad de entendimiento.

En la página web oficial de los Testigos de Jehová (www.jw.org) se especifica que en la Biblia no aparece la idea del bautismo de bebés. “Algunas religiones realizan una ceremonia en la que se “bautiza” a los bebés, salpicándoles o derramándoles agua en la cabeza, y se les pone nombre. Pero el bautismo cristiano es para los que tienen la edad suficiente para entender “las buenas nuevas del Reino de Dios” y creer en lo que aprende (Hechos 8:12). Estas personas deben escuchar la palabra de Dios, aceptarla y arrepentirse, cosas que un bebé no puede hacer (Hechos 2:22, 38, 41)”.

La verdad es que este punto de vista es más coherente que el de la Iglesia Católica, pero sin duda el procedimiento de que nada más nacer ya se te “engancha” como católico es más seguro para tener más fieles.

En cuanto a los mormones, al igual que los evangelistas y otras tantas religiones confieren este sacramento a los adultos. La Iglesia Adventista del Séptimo Día tampoco lo practica con niños.

Los budistas no bautizan a sus hijos, pues consideran que al nacer en una familia budista, no lo necesitan.

En el Islam no existe este sacramento; en su lugar, cuando nace un niño, un familiar le recita frases del Corán al oído, ya que consideran que todo aquel que nace, lo hace con la fe islámica.

Tampoco existe en el Hinduismo, ellos creen en la reencarnación. Así, el niño no es un ser nuevo, y conforme vaya reencarnándose irá alcanzando la perfección.

Los evangelios relatan que Jesús fue bautizado en el río Jordán, a sus 30 años, por Juan Bautista, sumergiendo su cuerpo en el agua. Es por eso que varias religiones consideran que esa es la única manera de llevar a cabo este ritual.

El catolicismo defiende esta manera de ‘purificación’, pues se debe a una ‘regeneración’ y ‘redención’ cumplida por el derramamiento de la sangre de Cristo en la cruz, dicen. Es decir, que replican lo hecho por el Espíritu Santo, quien estuvo sobre la cabeza de los discípulos.

Por si no eran suficientes los significados añadidos al bautismo, a lavarse/mojarse el cuerpo, o solo la cabeza, ahora se le añaden más, “la redención de la sangre de Cristo”.

Desde 2009, existen en España los bautismos civiles, en los cuales están ausentes los rituales cristianos, y se los ha llamado ‘Ceremonia de imposición de nombre’ o ‘Acto de bienvenida a la comunidad’. En estos actos se inscribe el nombre del bebé en un libro y se lee la Carta Europea de los Derechos del Niño y algunos poemas.

Tiene su origen en la Revolución Francesa y se trata de una alternativa en la que los padres con hijos de hasta seis años se comprometen a defender los derechos de los niños.

Actualmente entre los judíos solo se bautizan a los varones. Esto no me extraña nada pues si ya en el origen, Yahvé/Jehová define a Eva como pecadora y que debe estar sometida al varón, es lógico que consideren que la mujer no tiene alma y por tanto no tiene nada que purificar.

Ya sabéis que yo respeto todas las creencias y que solo pretendo hacer saber cual es el origen de las creencias y así sepáis cuando y donde empieza la gran mentira.