La tercera pechina pertenece al relato de David y Goliat, ubicado en el Primer Libro de Samuel.
El primer rey de Israel, Saúl, perdió la protección y el don de Dios por desobedecerle (al no vencer a los amalecitas). Entonces, el profeta Samuel mintió al rey para poder alejarse de la ciudad y viajar hasta Belén para conocer a un pastor llamado Jesé (había recibido instrucciones divinas de Dios) y que este le presentara a sus hijos, pues uno de ellos sería el nuevo rey.
Jesé le dijo a Samuel que sus hijos estaban en la guerra contra los filisteos
(bajo las órdenes del mismo rey Saúl), pero le presentó a su hijo menor, David,
que estaba junto a su padre.
Samuel, al ver a David, supo que era el elegido. Posteriormente, David pasó a
ser el músico del rey Saúl.
Un día, el padre de David le mandó a visitar a sus hermanos mayores en el campo
de batalla.
Allí se encontró con Goliat, un gigante que había estado durante cuarenta días
esperando a que algún soldado del ejército de Israel se enfrentara a él; el
pueblo que perdiera, sería esclavo de los vencedores. Hasta ese momento nadie
se había atrevido pero David, al llegar, decidió enfrentarse sin armamento
(solo llevaba una honda y cinco piedras que había recogido por el camino).
David consiguió derribar a Goliat con una de esas piedras, que impactó en su
frente y, una vez lo tuvo en el suelo, cogió la propia espada del enemigo y le
cortó la cabeza.
Este último momento es el que está representado en la obra de Miguel Ángel,
donde se aprecia el dramatismo y la tensión en los personajes.
Se levantó el filisteo y fue acercándose al encuentro de David; se apresuró
David, salió de las filas y corrió al encuentro del filisteo. Metió su mano
David en su zurrón, sacó de él una piedra, la lanzó con la honda e hirió al
filisteo en la frente; la piedra se clavó en su frente y cayó de bruces en
tierra. Y venció David al filisteo con la honda y la piedra; hirió al filisteo
y le mató sin tener espada en su mano. Corrió David, se detuvo sobre el
filisteo y tomando la espada de este la sacó de su vaina, lo mató y le cortó la
cabeza. Viendo los filisteos que había muerto su campeón, huyeron. (I S
17, 48-51)
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