Desde 1867, se reunían cada viernes en el Café Guerbois,
de la Avenida de Clichy, en París, unos jóvenes contertulios, que fueron el
periodista y novelista Zola, Cézanne y Monet, después se sumaron a estos,
Renoir, Sisley y Bazille. Y más tarde se unieron Degas y Pissarro, el crítico
Durant y el amateur Duret. Todos ellos sentían una especial devoción por el
realismo de Courbet y después una atracción, que constituyó su estímulo, por la
pintura de Manet. Estos artistas darían origen a la tendencia llamada
impresionista.
Durante el verano de 1869, Renoir y Monet, pintando uno al
lado del otro en Bougival, se sintieron atraídos por La Grenouillère, una
islita circular que existía en el Sena, en aquel suburbio de París, junto a su
embarcadero fluvial. La Grenouillère era un lugar bullicioso al que concurrían
canotiers y bañistas. En ella existía un único árbol, alrededor del cual se
reunían los jóvenes que les gustaba montar en barca con sus parejas. El
revoloteo luminoso de las aguas del río en torno a la islita y el movimiento de
las deslumbrantes manchas del sol que, se filtraban a través del follaje, caían
sobre las vaporosas indumentarias de las señoritas, atrajeron sobremanera a
nuestros artistas que buscaron la manera de plasmar estas sensaciones. Esto fue
lo que provocó el descubrimiento de aquella técnica que ambos pintores
aplicaron, desde entonces, a la cual se le llamó “impresionista” gracias a un
artículo del crítico Leroy de la revista Charivari, que aplicó el término
debido al título de una obra de Monet “Impression, soleil levant” exhibida en
la primera exposición colectiva del grupo.
La impresionista es una técnica
pictórica que consiste en el empleo de pinceladas yuxtapuestas de tonos
puros, que forman como una textura de toques de color, relegando el
negro al mínimo, o incluso suprimiéndolo. De hecho Renoir decía que la técnica
nació por faltarles el negro y sustituirlo por el color azul. Los primeros
maestros francamente impresionistas fueron Manet, Degas, Monet, Renoir,
Pissarro, etc. Evolucionó con Sisley y Seurat (puntillistas) y Van Gogh y por
último Cézannne, con un afán de reproducir el volumen y la estructura, inicia
la reacción contra la misma escuela en la que se había formado.
PIERRE-AUGUSTE RENOIR (1841-1919), nació en Limoges. Era el cuarto hijo de cinco, cuyo padre
trabajaba para un sastre. A los 13 años tuvo que buscar empleo para contribuir
al sustento de la familia. Entró a trabajar en un taller de pintura de
porcelanas. Asistió a las clases de la École des Beaux-Arts (1862/1864) y allí
conoció a sus amigos. La obra de Renoir es amplia y variada pudiendo
apreciarse, como en la mayoría de los grandes pintores, una evolución hacia
formas cada vez más “ásperas”, es decir, una técnica donde el pincel utilizado
cada vez es de mayor tamaño y por tanto se va perdiendo el detalle, pero que
alejado lo suficiente del cuadro, cobra su volumen y su luz.
EL ALMUERZO DE LOS REMEROS es una obra presentada
en 1881, tiene unas dimensiones de 129,5
x 172,5 cm y está resuelta con pintura al óleo sobre lienzo. Está ubicada en el
museo The Phillips Collection de
Washington
Esta obra está resuelta en un momento de plena madurez
pictórica y es de gran envergadura por la gran cantidad de personajes que aparecen
en el cuadro y muchos de ellos son auténticos retratos, así como por el juego
con la luz.
Esta escena está ambientada en
la terraza del restaurante La Fournaise, de Chatou, a orillas del Sena. Los
modelos son amigos de Renoir , la actriz Ellen Andrée sentada a la mesa y
mirando a Gustave Caillebotte, a espaldas de Ellen el periodista Maggiolo,
Aline Charigot mirando el perrito, sería luego la esposa del pintor, acodada en
la barandilla está Alphonsine Fournaise y su padre Alphonse, que era el propietario
del restaurante, está detrás de Alin.
Esta es una de las pocas obras
de Renoir que he podido ver en directo y puedo asegurar que fue muy emocionante
para mí, yo vibraba con los colores y la luz. No hay punto de comparación ver
las fotos y reproducciones a ver la obra directamente; esto con cualquier obra,
pero con ésta en especial.
Y que decir de las botellas y
vasos, el paño que hay en el centro del cuadro al borde de la mesa, dan ganas
de cogerlos a pesar de que están resueltos a base pegotes de pintura, trazos y
pinceladas que vistas de cerca solo se ven manchas de grueso espesor, con
relieve. El artista ha creado grupos de conversadores a los postres de una
comida. La charla distendida en cada uno de los grupos es un canto a la alegría
de vivir.
Gracias a los contrastes y
armonías con colores complementarios, se consigue una gran luminosidad. Así
vemos vestidos azules cuyas luces son violetas y amarillos cuyas sombras son
violetas también. Esto es debido a que el color violeta es complementario del
amarillo, por tanto las camisas amarillas con sombras violetas resultan muy
luminosas. Los vestidos azules ganan luminosidad gracias a que sus luces son
violetas y cerca hay un sombrero o una camisa amarilla.
El fondo es
mayoritariamente verde y por eso tiene
muy cerca un toldo rojo (complemento del verde), con muchos matices a otros
colores cálidos, produciendo una luminosidad fantástica.
Las cálidas
carnaciones, al fin y al cabo de colores anaranjados contrastan por
complementarios con las camisas blancas cuyas sombras son azuladas. Podemos apreciar también las influencias de los colores
entre elementos cercanos perfectamente pintadas por Renoir: El sombrero de paja
del personaje de la izquierda de pie, puede observarse su copa es roja influenciada
por el toldo. O como el caballero en primer plano de la derecha, sentado al
revés en la silla, el borde de su camiseta es amarillo influenciado por la
manga de la chaqueta del joven que está de pie conversando con el y la
señorita, cuyo borde del rostro también es amarillo. Esto último no es
apreciable en esta foto, pero es así. Así mismo, el mantel en la esquina
derecha de la mesa tiene todos los colores de lo que tiene cerca: el pantalón,
la silla y la mano del personaje sentado.
La
composición resuelta
por grupos de triángulos reafirma la tranquilidad y serenidad que Renoir sabía
transmitir en sus obras y si nos fijamos bien, podemos observar como casi todos
los personajes están unidos por un óvalo que viene a significar la sensualidad
y tranquilidad distendida del grupo y que por tanto transmite la obra de forma
subliminal.
Linealmente hablando, se
combinan las rectas del dibujo del toldo y las varillas de soporte, así como de
la barandilla, con las curvas de las figuras, tonel sombreros, etc.
consiguiendo un gran equilibrio.
En resumen, esta es una obra que
está muy equilibrada tanto desde el punto de vista cromático como compositivo,
con una gran luminosidad del color. Es como una sinfonía genial.