FERNANDO RAMOS es
un pintor surrealista con grandes influencias de Dalí y Picasso, maestros a los
que él admira y lo demuestra en muchas de sus obras. Fernando nace en Madrid
(1952) en el seno de una familia de artistas, su padre Salustiano Ramos Pardo
es un gran Acuarelista de mediados del siglo XX (Medalla Felipe Trigo)
Ayuntamiento de Madrid.
Fernando, después
de finalizar sus estudios descubre el mundo publicitario, en el cual desarrolla
su vida profesional, primero como Ilustrador y Director de Arte y finalmente
como Técnico Creativo diplomado, trabajando en una veintena de agencias de
publicidad tan prestigiosas como DARDO, YOUN & RUBICÁN, B.C.K. Madrid y un
largo etc. hasta qué en los años 90, junto con una serie de profesionales del
sector, funda su propia Agencia.
En su trayectoria
Fernando siempre combinó con su carrera el mundo pictórico, en el cual realizó
y realiza exposiciones de sus obras, aunque él considera que no le merece la
pena reseñarlas. A través de ellas sigue consiguiendo premios, críticas y
reseñas en prensa, revistas y televisión.
En esta ocasión vamos a analizar una de sus obras más importantes tanto por el motivo como por sus significados y es el RETRATO DE NICOLE KIDMAN. El mismo dice "Está pintado en el tiempo en que esta magnífica intérprete trabajó con Amenábar y realizó tan extraordinariamente su papel que yo consideré que entraba en un proceso metafísico"
Observando
la obra de manera global captamos una gran armonía de líneas y de color. En el
aspecto cromático encontramos una estupenda y delicada armonía de azules y
amarillos donde las carnaciones toman ciertos matices rosáceos. Al ser
complementarios y a pesar de ser colores suaves casi apastelados, la figura
brilla como una diosa que posee una mirada desafiante. El rojo de los labios
contrasta con algunos verdes que están en el paisaje del fondo. Queda patente
que tiene un dibujo impecable.
La
composición como podemos ver en el esquema está llena de triángulos
equiláteros, isósceles y rectángulos, sublimando al personaje, transmitiendo
sensaciones de grandiosidad, seguridad y
equilibrio. Las suaves y abiertas curvas
compensan y equilibran el sinfín de rectas que construyen los triángulos. La
estatuilla del Oscar acaba de descender dejando su rastro mientras el contenido de la
copa asciende envolviendo el cabello de la actriz, la propia copa, al ser un
triángulos isósceles invertido ya señala ascensión. Al fondo vemos un Sol
blanco, puro, sublime. Un largo pendiente cuelga estático en perfecto
equilibrio.
Este
precioso retrato posee una especial inducción a sentir que se vaporiza y
asciende que es tanto como decir que se produce una sublimación entendida desde
el punto de vista químico y psíquico.
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