Manchas de sangre
En la sábana se localizan varias manchas rojizas que asemejan sangre. El químico Walter McCrone las identificó como meros pigmentos e informó de que ninguno de sus exámenes de las muestras encontró presencia de sangre.
La tonalidad de rojo de estas supuestas manchas de sangre plantea serias dudas. Normalmente, las manchas de sangre se decoloran en relativamente poco tiempo hasta adquirir en su totalidad un tono parduzco, mientras que las del sudario abarcan del rojo puro al marrón habitual. Los defensores del sudario manifiestan que las manchas no provinieron de heridas abiertas, sino del líquido exudado por coágulos, aunque eso no resuelve el problema del color. En casos de traumas graves (como el del hombre del sudario), este líquido estaría compuesto por bilirrubina y hemoglobina oxidada, la cual permanecería por siempre roja. Adler y John Heller afirmaron haber hallado bilirrubina y albúmina en las manchas. Sin embargo, se desconoce si las manchas se produjeron al mismo tiempo que la imagen, que tanto Adler como Heller atribuyen al envejecimiento prematuro del lino.
Los análisis de Adler y Heller han sido criticados por John F. Fischer. Este analista forense critica la validez de los análisis de sangre que hicieron Adler y Heller porque no son específicos y pueden dar positivos falsos y la hipótesis de coloración por bilirrubina, ya que no ha sido demostrada empíricamente.
Respecto a la posición de los regueros de sangre de uno de los brazos, Garlaschelli y Borrini han presentado un estudio según el cual las manchas no se corresponden con la imagen tradicional de un crucificado con los brazos extendidos sobre la cruz. Tampoco concuerdan con otras imágenes en las que los brazos están atados con cuerdas. El brazo debería estar en alto, a más de 80º desde la horizontal.
En experimentos realizados con voluntarios para estudiar el comportamiento de la sangre que emanaría de las heridas atribuidas a la imagen del sudario, los investigadores Matteo Borrini y Luigi Garlaschelli encontraron que, suponiendo que las manchas del sudario fuesen realmente sangre, el patrón de flujo de las diferentes heridas no son consistentes entre sí, y concluyen que las pruebas realizadas no solo prueban que no hay manchas de sangre, sino que el sudario no es auténtico, sino una representación artística del siglo XIV.
Un estudio de la Universidad Católica de Murcia de 2017, dirigido por el médico Alfonso Sánchez Hermosilla, describió en la imagen de la síndone una herida penetrante (la lanzada) que le atravesaría el hemitórax derecho, con entrada por el quinto espacio intercostal y salida por el cuarto, próxima a la columna vertebral y la escápula derecha, dejando marcas que los autores atribuyen a coágulos de sangre y de líquido pleuro-pericárdico en la Sábana Santa. Dicho estudio, sin embargo, no ha sido publicado en ninguna revista científica.
=He podido saber a través de un libro publicado por un investigador de la figura de Jesucristo que se ha leído los evangelios apócrifos más importantes, que la supuesta lanzada del costado en realidad fue un arañazo ( Vuúoei) con una herramienta llamada Pilum (pelo metálico), así que esta historia del lanzazo no existió como tal pues se trataba de aparentar la muerte del crucificado no de matarlo realmente. LA HISTORIA OCULTA DE CRISTO por José Luis Parise. Esto ya, por si solo, invalida la autenticidad de la mortaja de Cristo. Y esto también indica que los evangelios canónicos están amañados. La muerte de Cristo fue un simulacro bien urdido pues Jesucristo se empeñó en cumplir con todas las profecías para que todo el mundo se convenciese de que él era el Mesías y por tanto tenía que morir y resucitar, pero como eso no era posible había que aparentar la muerte y el plan se cumplió perfectamente.
Granos de polens
Avinoam Danin y Uri Baruch, investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, informaron de la presencia de granos de polen en las muestras, pertenecientes a especies primaverales de Palestina. Trabajaron con muestras provistas por Max Frei-Sulzer, un criminólogo retirado de la policía suiza, reconocido por su técnica de toma de muestras mediante el uso de cinta adhesiva. Una revisión independiente de carácter escéptico realizada por Joe Nickell manifestó que, de las 26 cintas adhesivas usadas para tomar muestras, 25 apenas contenían restos de polen y casi todos se encontraban en una sola cinta, lo que podría ser un indicio de manipulación o, al menos, de contaminación.
Posteriormente, el Prof. Danin retiró su apoyo a las identificaciones de pólenes hechas por Frei.
Gaetano Ciccone, analizando los muchos puntos oscuros del trabajo de Frei, la utilización de fotos ajenas como propias, la imposibilidad de ciertas afirmaciones, etc., concluye que en sus estudios hay algo más que incompetencia o superficialidad. Igualmente crítico, aunque menos drástico en las conclusiones, es Vaughn Bryant, en su recensión del libro de Danin et allia. Este autor extiende su escepticismo a los trabajos de Danin y Baruch, que encuentra insuficientemente fundamentados.
Danin y Baruch también detectaron siluetas de distintas flores en la tela. Basándose en las especies identificadas, han sugerido que deben provenir del entorno de Jerusalén, en los meses de marzo o abril. En el área frontal, la que correspondería a la corona de espinas, hallaron vestigios de Gundelia tournefortii, que en el área de Jerusalén es exclusiva de este periodo del año. Este análisis está basado en la interpretación de varios patrones en el sudario como plantas particulares. Aunque los escépticos aducen que, debido a lo confuso de las disponibles, no es posible decantarse inequívocamente por una especie concreta de planta. Se trataría de un caso típico de pareidolia (fenómeno psicológico que consiste en reconocer patrones significativos —como caras o cuerpos— en estímulos vagos y aleatorios como ocurre con las nubes o manchas de la pared).
Sudario de Oviedo
Los sindonólogos incluyen en su campo de interés otras reliquias cristianas similares, especialmente el Sudario de Oviedo (o "pañolón de Oviedo"), de relación controvertida con el Sudario de Turín.
En la Catedral de Oviedo se guarda un pequeño paño de lino manchado, venerado como una de las prendas funerarias descritas en el Evangelio de Juan (Juan 19:40 y 20:5-8) que menciona un «sudario» (σουδαριον: [soudarion]) que cubría la cabeza, y unos «lienzos» o «vendajes» (ὀθόνια: [ozonia]) cubriendo el cuerpo. Existen diversas leyendas que dicen que el Sudario de Oviedo fue la prenda que cubrió entonces la cabeza de Jesús.
Los primeros documentos históricos que lo mencionan son de finales del siglo XI, pero algunos historiadores, como Mark Guscin, creen que las leyendas sobre su llegada a España en el siglo VII tienen una base de verdad. Un estudio del Centro Español de Sindonología (CES) investigó la relación entre ese sudario y el de Turín. Basándose en la historia, patología forense, composición sanguínea (supuestamente de tipo AB, como la de la sábana) y patrones de las manchas, concluyó que ambas prendas cubrieron la misma cabeza en dos momentos distintos, pero próximos entre sí.
Otros críticos sostienen que el argumento es espurio. Puesto que niegan las manchas de sangre en la sábana, las del pañolón son irrelevantes. Max Frei-Sulzer también estudió los pólenes presentes en el sudario de Oviedo con muestras no extraídas por él de 1978 y otras extraídas por él mismo en 1979. Encontró pólenes de plantas comunes con la sábana de Turín y pólenes de plantas que no crecen en Europa pero que son frecuentes en los desiertos de Tierra Santa. El argumento sobre el polen está también muy debilitado por el descrédito del trabajo de Frei sobre la sábana.
Cuatro dataciones con el método de radiocarbono de 1990 a 2007 han revelado que el pañolón es de origen medieval. Entre los siglos VI y IX. Estas fechas son coherentes con los estudios de historiadores que afirman que la leyenda del Arca Santa y el sudario fue una invención del obispo Pelayo en el siglo XI. El Instituto Nacional de Toxicología y Ciencia Forense, que colaboró algún tiempo con el CES, se retiró de las investigaciones por la negativa de este último a admitir los resultados de las pruebas de radiocarbono.
Procesamiento digital de la imagen
Varios estudiosos han aportado multitud de nuevos detalles al utilizar técnicas de procesamiento digital sobre la imagen.
En 1981 el padre Francis L. Filas aseguró haber detectado imágenes de monedas en los dos ojos. Según su estudio, la derecha pertenecería a una moneda de cobre romana realizada en Jerusalén entre los años 29 a. C. y 30 d. C., mientras que la izquierda asemeja una moneda de lituus del reinado de Tiberio. En el siglo I fue costumbre poner monedas al cerrar los ojos a los muertos, razón que explicaría la presencia de las monedas. Algún error ortográfico de las monedas se ha encontrado en varios ejemplares no ligados con la sábana. Su teoría fue debatida por Antonio Lombatti y Alan Whanger en "Doubts Concerning the Coins Over the Eyes". Gian Marco Rinaldi publicó en el boletín de CICAP una crítica detallada con abundante material gráfico. Rinaldi afirma que la costumbre de poner monedas en los ojos no era hebrea y menos poner monedas imperiales en un cadáver de un judío religioso. También compara las fotografías que usó Filas con otras de mayor resolución, en las que desaparece la imagen del leptón.
En 1979, Piero Ugolotti dijo haber hallado caracteres griegos y latinos próximos a la cara, que fueron estudiados posteriormente en 1997 por André Marion y su alumna Anne Laure Courage, del Institut d’Optique Théorique et Appliquée d’Orsay (Instituto de Óptica Teórica y Aplicada de Orsay).
En el lado derecho encontraron las letras ΨΣ ΚΙΑ, que ellos interpretaron como ΟΨ—ops ‘cara’ + ΣΚΙΑ—skia ‘sombra’, aunque no aparece la primera letra. El problema de esta interpretación es que es gramaticalmente incorrecta, pues en griego «cara» debería aparecer en genitivo. A la izquierda hallaron las letras in nece (parte tal vez de in necem ibis, ‘irás a la muerte’), y ΝΝΑΖΑΡΕΝΝΟΣ— nnazarennos (una forma incorrecta de escribir ‘nazareno’). Otros investigadores detectaron otras muchas «inscripciones», pero según Mark Guscin, solamente una de ellas podría estar escrita en griego: ΗΣΟΥ que es el genitivo de «Jesús», a falta de la primera letra. En opinión de Guscin, las pretendidas inscripciones no tienen sentido ni gramatical ni históricamente hablando, lo que sería motivo para dudar de ellas. Pero el hecho de que se vean en unas diapositivas y en otras no sugiere que no responden sino al deseo subjetivo de "ver algo nuevo".
He experimentado muchas veces los efectos de la pareidolia cuando estoy sentado tranquilamente y dejo vagar mi mirada por el suelo, así descubro rostros, animales, letras, números…y eso que no estoy predispuesto a encontrar nada concreto. Seguro que vosotros también habéis tenido estas experiencias.
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