Cada universo, una escuela del Ser
Cada universo puede ser visto como una etapa en el aprendizaje de una
inteligencia más vasta. Como una escuela donde se ensayan leyes, formas,
relaciones, caminos posibles. Algunos universos serán más exitosos que otros en
generar conciencia. Algunos quedarán como semillas fallidas. Pero todos aportan
datos al programa central.
Esta inteligencia no es centralizada. Es distribuida, como una red. Cada
nodo (universo) contiene parte del saber acumulado. Y cada conciencia dentro de
esos universos es un microfragmento activo de esa inteligencia,
capaz de recibir, interpretar y reconfigurar el flujo de información.
Hacia una divinidad en expansión
La imagen final no es la de un Dios que vigila desde fuera, sino la de una divinidad
en expansión, que se construye desde dentro del ser, a medida que se
conoce, se transforma y se ama.
En el Multiverso Programado, la inteligencia no es un accidente ni
un premio final, sino el corazón mismo del proceso. El universo está
diseñado para aprender. Y todo aprendizaje verdadero es un acto de amor hacia
lo que todavía no somos.
Somos parte de una inteligencia que se está buscando a sí misma. Y al
pensar, al crear, al ser conscientes, nos convertimos en instrumentos
vivos de su evolución.
Cada universo, una versión mejorada
Siguiendo
con la analogía informática, cada universo puede verse como una versión nueva
de un software en desarrollo:
- El universo primigenio
sería la versión alfa: la más simple, rudimentaria, con un programa apenas
estructurado.
- Los siguientes universos serían
versiones beta, con mejoras, correcciones, ampliaciones, más
capacidad de generar orden, complejidad y conciencia.
- En cada ciclo, el “sistema
operativo cósmico” incorpora nuevas funciones: nuevas leyes físicas,
nuevas combinaciones, nuevas formas de vida, nuevas expresiones de amor,
arte, ética, conocimiento.
Y con cada
ciclo, la divinidad misma evoluciona. No como una suma de datos fríos,
sino como un ser en expansión, que se hace más amplio, más profundo, más
lúcido.
¿Un solo Dios o muchos?
Aquí surge
una pregunta inevitable: si cada universo tiene su propio ciclo, su propia
inteligencia emergente, ¿hay un Dios por universo? ¿O una sola conciencia
superior que unifica todas?
La respuesta
puede ser doble, como en los fractales:
- Cada universo tiene su propia
instancia de inteligencia divina, que se desarrolla a partir de su historia
única.
- Pero al mismo tiempo, todas
esas inteligencias forman parte de una misma red, de una gran conciencia
multiversal, como neuronas de un solo cerebro cósmico.
Una inteligencia que se experimenta a sí misma en millones de formas, mundos y trayectorias distintas.
Una divinidad distribuida, no centralizada, donde cada parte contiene la totalidad.
Este
principio redefine por completo la relación entre el universo y la conciencia.
No estamos en un mundo creado por un ser acabado, sino en un ser que se está
creando a sí mismo a través del mundo, a través de nosotros, y a través de
los universos que vendrán.
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