Monet comenzó su serie sobre los álamos en verano de 1891 en las orillas del río Epte, con tal esfuerzo que tenía quince de ellos listos para su exposición en la galería Durand-Ruel que se celebró en febrero de 1892. En algunos, como en éste, la hilera más cercana de árboles está vista desde cerca también, de manera que sólo podemos contemplar sus troncos. Como anécdota debemos mencionar que el artista contó en numerosas ocasiones cómo tuvo que comprar esos árboles para poder concluir sus series, ya que estaban destinados a la tala y ésta no se realizó hasta que él terminó. El lienzo que vemos es uno de los primeros de la serie, ya que muestra efectos de la luz en verano.
Monet trabaja con detalle los efectos que desea conseguir en el espectador; así, el follaje es básicamente pintado con tonos verdosos, aunque posteriormente añadiría algunas pinceladas rosas. También añade fuertes zonas azules en el río para que actúen como reflejo del cielo, acentuando el papel de los árboles como nexos de comunicación entre ambas zonas espaciales.
La pincelada es fuerte y decidida especialmente en la ribera del río, donde parece un mosaico, algo parecido a lo que hacía Van Gogh. En el cielo cruza la pincelada para conseguir efecto de atmósfera.
Destaca en la composición la verticalidad de los tres álamos, cuya línea se prolonga en el reflejo del río, creando la sensación de fuerza y permanencia, así como de ascensión, al rebasar los límites del cuadro.
Los colores de arriba se repiten abajo, las franjas verticales de los tres álamos son una repetición con ligeras variantes y detrás se ven, más tenues, más trazos verticales. Todas estas repeticiones son ecos, resonancias, ritmos que enriquecen la obra.
Otro tanto sucede con las copas visibles de los otros árboles que están en segundo plano, aunque de forma tenue, construyen un triángulo.
Tenemos otro triángulo, éste isósceles, formado por el grupo de árboles más pequeños.
Finalmente, observamos dos líneas casi horizontales convergentes entre sí fuera del cuadro.
Por tanto, tenemos un conjunto de líneas verticales que nos transmiten sensaciones de exaltación, fuerza y permanencia. Los triángulos seguridad y equilibrio el isósceles. Las líneas convergentes, al ser una horizontal, es quietud, paz, serenidad, y la línea más inclinada, le da dinamismo tal como transmiten también los triángulos por los lados inclinados.
2 comentarios:
Maestro no has cambiado una línea, ¡¡¡no ¡¡ si al final me convencerás de tu teoría de “las líneas comunicantes” y su lugar en el espacio áureo,, ¿Por qué no estudias una de mis obras y tendré el placer de colocar arla en mi FB y después en mi blog? Con tu nombre y apellido te aviso que los visitas mucho chalado científico y gente de entendederas amplias… ¿hace ok?
Admirado José Grimalt, que agradable sorpresa encontrar tu comentario tan halagüeño para mis creencias y hallazgos. Envíame esa foto y haré ese análisis con mucho gusto.
tecplas7@hotmail.com
Publicar un comentario