jueves, 8 de diciembre de 2022

La Inmaculada Concepción de María






Todos sabemos que esto es lo que se celebra hoy 8 de Diciembre, pero pocos saben de dónde viene esto y desde cuándo.
Esta es la doctrina oficial de la Iglesia Católica:
La Inmaculada Concepción de María, conocida también como la Purísima Concepción, es un dogma de la Iglesia católica proclamado en 1854 que sostiene que la Virgen María estuvo libre del pecado original desde el primer momento de su concepción por los méritos de su hijo Jesucristo, recogiendo de esta manera el sentir de dos mil años de tradición cristiana al respecto. Se celebra el 8 de diciembre, nueve meses antes de la celebración de la Natividad de la Virgen el 8 de septiembre.
No debe confundirse este dogma con la doctrina del nacimiento virginal de Jesús, que sostiene que Jesús fue concebido sin intervención de varón mientras que María permaneció virgen antes, durante y después del parto.
Al desarrollar la doctrina de la Inmaculada Concepción, la Iglesia católica contempla la posición especial de María por ser madre de Cristo, y sostiene que Dios preservó a María desde el momento de su concepción de toda mancha o efecto del pecado original, que había de transmitirse a todos los hombres por ser descendientes de Adán y Eva, en atención a que iba a ser la madre de Jesús, quien también es Dios. La doctrina reafirma con la expresión «llena de gracia» (Gratia Plena) contenida en el saludo del arcángel Gabriel (Lc. 1,28), y recogida en la oración del Ave María, este aspecto de ser libre de pecado por la gracia de Dios.
En aquella época había una corriente filosófica llamada naturalismo que echaba abajo muchas creencias que no tenían base lógica y que iban contra natura razón por la cual era necesario crear algún dogma que luchara contra esta corriente y por ello Pío IX, pese a su entusiasmo por esta idea de “la inmaculada concepción”, no se quiso precipitar y entonces hizo una consulta con el episcopado mundial, que expresó su parecer positivo, y llevó finalmente a la proclamación del dogma.
Esta es la bula que proclama el dogma de la inmaculada concepción de María:
Para honra de la Santísima Trinidad, para la alegría de la Iglesia católica, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, con la de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra: Definimos, afirmamos y pronunciamos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original desde el primer instante de su concepción, por singular privilegio y gracia de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Cristo-Jesús, Salvador del género humano, ha sido revelada por Dios y por tanto debe ser firme y constantemente creída por todos los fieles. Por lo cual, si alguno tuviere la temeridad, lo cual Dios no permita, de dudar en su corazón lo que por Nos ha sido definido, sepa y entienda que su propio juicio lo condena, que su fe ha naufragado y que ha caído de la unidad de la Iglesia y que si además osaren manifestar de palabra o por escrito o de otra cualquiera manera externa lo que sintieren en su corazón, por lo mismo quedan sujetos a las penas establecidas por el derecho.
Como siempre se recurre al subterfugio de que la Iglesia proclama el dogma porque ha sido revelado por Dios. A nadie sorprende que su dios haya tardado 18 siglos en comunicar a su iglesia que la madre de Jesús y de sus hermanos Jacobo, José, Judas y Simón, no solo se mantuviera virgen antes, en y después de los partos ¿ o solo fue en el parto de Jesús y de su hermano gemelo Dídimo? Sino que además ella fue concebida sin pecado original. ¡Que privilegio! Ya he hablado aquí del invento absurdo del “pecado original” y también he explicado en que consistió realmente, así como del acto absurdo de un dios que envía a su hijo a morir para él sentirse resarcido de la ofensa recibida por Adán y Eva (cualquier padre puede razonar si es lógico que envíe un hijo suyo a morir por un disgusto/rencor que tiene con alguien). Pues bien, ese dios que comete esa barbaridad de enviar a su hijo a la muerte, resulta que ha tenido la deferencia de crear a su madre sin ese “pecado” que, sin embargo, si tiene el resto de la humanidad. Pecado que solo pueden borrarse los cristianos mediante el bautismo con agua bendecida por un sacerdote católico/cristiano.
La única forma de que un signo o característica se pueda transmitir de una generación a otra es mediante un gen o varios genes en el ADN, por tanto tirando al absurdo, cabría pensar que Yavé/Jehová intervino en el ADN de Adán y Eva para que transmitieran a sus descendientes esa característica invisible y que no se manifiesta de forma alguna en ningún humano y que por tanto no es detectable y solo lo saben aquellos que profesan alguna de las religiones “abrahamánicas”.
Pero lo más aberrante es pensar que mediante un chorreón de agua bendecida por un sacerdote elimina esa huella en el ADN, es decir, anula o neutraliza los genes correspondientes.
Por tanto, claramente esto es una de las muchas grandes mentiras de la Iglesia para manipular las mentes de sus fieles seguidores. Y daos cuenta hasta donde llegan que incluso manipularon en su momento el significado de la palabra “dogma”.
La palabra dogma deriva del griego δόγμα que significa "parecer, opinión o creencia", que a su vez deriva de δοκέω (dokeo), que significa "pensar, suponer, imaginar". Dogma pasó a significar leyes u ordenanzas decretas e impuestas a otros en el siglo I.
Como veis no tiene mucho sentido tener la obligación de creerse algo que en realidad es parecer, opinión o creencia, pensar, suponer o imaginar.
Por ello os diré algo que ya he dicho aquí en varias ocasiones:
Yo entiendo la FE como un fármaco que inhibe el pensamiento lógico que imposibilita a su poseedor buscar la verdad. Por tanto eso que los creyentes lleváis a gala, vuestra FE, es precisamente el elemento que os hace esclavos de vuestras creencias implantadas por la Iglesia sin posibilidad de cambiarlas porque no podéis pensar, no os atrevéis a poner en tela de juicio los dogmas y ahí quedáis atrapados, en muchos casos sin ser conscientes de ello. Por ello pienso que no hay mayor esclavo que aquel que está convencido de que es libre.

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