El libro de Josué cierra con la imagen de un pueblo instalado en la tierra prometida, con sus territorios repartidos, sus tribus asentadas y sus sacerdotes bien alimentados. Pero bajo esa apariencia de orden se esconde la brutalidad de todo lo narrado: masacres, esclavitud, apropiación de tierras y sometimiento absoluto a un dios que se comporta como un caudillo militar. Yahvé es uno de los Elohim tribal que exigió sangre para consolidar su poder
Lo que la tradición celebró como epopeya de fe, leído con ojos críticos aparece como relato de genocidio justificado. Yahvé no libera, somete; no crea, destruye; no perdona, amenaza. Josué no es héroe, sino brazo ejecutor de un proyecto de dominación. El pueblo no es comunidad libre, sino ejército al servicio de un general invisible.
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