Con los conocimientos adquiridos a lo largo del tiempo y meditando sobre el tema de la oración, los rezos, las súplicas, las peticiones, los ritos, etc. que tienen todas las religiones he reflexionado sobre ello y llego a las siguientes conclusiones:
El mensaje de Jesús, a mi manera de ver, fue enseñarnos a vivir, a comunicarnos con el Programa que maneja el Universo y el nuestro personal, y reprogramarlo a nuestro favor para hacernos la vida más fácil y placentera, a alcanzar nuestras metas mediante hechos prácticos.
Traducido al mundo informático, pues en realidad es eso, nuestra oración es un pequeño programa, una subrutina, que introducimos en el programa de nuestra vida, para que haga una llamada al programa general del Universo y así que este nos suministre lo que pedimos, lo que creemos necesitar. Es necesario saber que el programa de la Naturaleza no suele responder de inmediato, de la misma forma que cuando nosotros emprendemos una nueva actividad no obtenemos los mejores resultados de inmediato, pues necesitamos aprender a hacerlo bien y eso lleva su tiempo. No obstante, la Iglesia lo tergiversó y lo convirtió en otra cosa.
¿Qué es orar? No es repetir de manera mecánica un texto que la iglesia nos enseña desde niños; orar es comunicarnos con el programa “divino” para lo cual es necesario estructurar bien el mensaje, decirlo en voz alta, pensando en las palabras y visualizando lo que queremos obtener. Repetir el padrenuestro, el ave maría, el credo u otras oraciones que otros se inventaron para alabar a Dios, diciéndole lo magnífico que es, lo bueno que es... lo único que conseguimos es implantar esas ideas en nuestro subconsciente para que así no piense en nada más y a partir de ahí creernos todo lo que digan los curas. Dios no necesita que nosotros le hagamos la pelota diciéndole que es bueno, sabio, poderoso, etc. eso solo lo necesitan los que se creen dioses o los que quieren actuar como tales ante nosotros para manejarnos a su antojo. Este tipo de oración no nos sirve a nosotros sino que les sirve a ellos.
Para comunicar con el Programa (Dios) no son necesarios los templos, ni por tanto las misas, los rosarios, los ritos, etc. ni necesitamos intermediarios, lo curas. La comunicación directa la podemos y debemos hacer desde cualquier lugar y a cualquier hora; solo es necesario estar en un lugar donde nada nos moleste ni nos distraiga. Es más cómodo y por ello más eficaz si siempre o casi siempre lo hacemos desde el mismo lugar y a la misma hora, solo porque así en nuestro cerebro se graba todo esto y, al tomarlo como costumbre, nuestra mente está más predispuesta a actuar, pero solo por eso, no porque sea imprescindible.
Lo cierto es que las religiones nos tratan como a borregos, tontos que no sabemos lo que tenemos que hacer y nos dejamos guiar por ellas, así nos adoctrinan y nos manejan y manipulan para que hagamos lo que ellas quieren. Dejamos nuestras vidas en sus manos con la tranquilidad de que haciendo lo que ellos dicen alcanzaremos nuestras metas y el cielo, la gloria eterna, pero todo eso es falso, son ellos los que obtienen de nosotros lo que quieren.
La vida es un camino a recorrer, una carrera de obstáculos, una lucha personal a través de la cual debemos ir aprendiendo donde estamos y quienes somos para adaptarnos al medio sacando el máximo provecho del viaje, de manera que al llegar al final nos sintamos realizados, más o menos satisfechos de lo conseguido.
Igual que cuando tenemos unos meses de vida vamos manejando las manos y cerca del año aprendemos a andar, paso a paso –nunca mejor dicho- así debemos aprender a manejar nuestro programa para obtener lo que consideramos que necesitamos para avanzar en la conquista de nuestros objetivos en la vida, tanto en el plano espiritual como material. Hemos de darnos cuenta que los ambiciosos en el plano material suelen conseguir alcanzar sus metas, pues se polarizan en esa idea y ponen toda la carne en el asador, todo su esfuerzo, pisando a quien haga falta y, salvo que cometan errores graves, lo conseguirán con el tiempo. Pues eso es lo que debemos hacer, para todo lo que queramos alcanzar, debemos sentir seguridad de que lo conseguiremos pero sin dañar a nadie.
Hemos de implantar esa idea en nuestra mente y a base de repetición y fe en nosotros mismos, con el tiempo lo conseguiremos, si definimos bien lo que queremos conseguir y lo expresamos adecuadamente, sin confusión, con nuestras palabras y conceptos.
Ese programa se irá implantando en nuestro cerebro de tal forma que se convierte en algo propio de nuestra forma de creer y sentir. Cuando esté perfectamente incorporado es cuando comenzará a actuar en la consecución de nuestro objetivo, pues entonces comenzaremos a actuar de manera consecuente para alcanzarlo, pues si no actuamos nada conseguiremos.
Recordad el refrán “A Dios rogando y con el mazo dando”.
Como ya sabéis, yo respeto todas las creencias de todo el mundo y no me considero en posesión de la verdad absoluta y si os comunico esto es porque a mí me ha funcionado en las cosas que me he propuesto, pero ya os digo que no me ha servido para que me toque la lotería, probablemente porque no creo en ella como medio de obtener dinero, ni siento necesidad de ser rico en bienes materiales.
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