jueves, 23 de marzo de 2023

LA EUCARISTÍA

 



La Eucaristía (del griego εὐχαριστία, eucaristía= acción de gracias), llamada también Santo Sacrificio, Cena del Señor,​ Fracción del Pan, Comunión, Santísimo Sacramento, Santos Misterios o Santa Cena, según la tradición de las iglesias católica, ortodoxa, copta, presbiteriana, adventista y algunas denominaciones luteranas, considerado como un sacramento, es el cuerpo y la sangre de Jesucristo bajo las especies de pan y vino.

Los elementos de la Eucaristía son el pan sacramental y el vino sacramental que se consagran en un altar y se consumen a partir de entonces. Los comulgantes, aquellos que consumen los elementos, pueden hablar de "recibir la Eucaristía", así como de "celebrar la Eucaristía".

Los católicos creen que por la consagración las sustancias del pan y el vino en realidad se convierten en el cuerpo y la sangre de Cristo (transubstanciación) mientras las apariencias (o "especies") del pan y el vino permanecen inalteradas. Los luteranos creen que el cuerpo y la sangre de Cristo están realmente presentes "en, con y bajo" las formas del pan y el vino (unión sacramental). Los cristianos reformados creen en una presencia espiritual real de Cristo en la Eucaristía. La teología eucarística anglicana afirma universalmente la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Otros, como los cristadelfianos consideran que el acto es solo una recreación simbólica de la Última Cena y un memorial conmemorativo.

En la Iglesia católica, en las Iglesias ortodoxas, copta y en la Iglesia anglicana, la eucaristía se considera la fuente y culmen de la vida de todo cristiano. De acuerdo al catecismo de la Iglesia católica la eucaristía representa un signo de unidad, vínculo de caridad y banquete pascual en el que se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da prenda de la vida eterna.

El término εὐχαριστία (eucharistia) aparece como rito​ en la Didaché (documento de finales del siglo I o principios del II),​ y por Ignacio de Antioquía (que murió entre 98 y 117) y por Justino Mártir (Primera Apología escrita entre 155 y 157).​ Hoy en día, "la Eucaristía" es el nombre todavía usado por los ortodoxos orientales, católicos, anglicanos, presbiterianos y luteranos. Otras denominaciones protestantes rara vez usan este término, prefiriendo "Comunión", "La Cena del Señor" o "Partición del Pan".

La teología católica considera a la eucaristía como un sacramento instituido por Jesucristo durante la Última Cena.

La Iglesia católica afirma que la institución de la eucaristía por Jesucristo, tal como lo relatan los evangelios sinópticos, se realizó cuando tomando en sus manos el pan, lo partió y se los dio a sus discípulos diciendo:

Tomad y comed, este es mi cuerpo, que será entregado por vosotros. Del mismo modo, tomó el cáliz y se lo dio a sus discípulos diciendo: Tomad y bebed todos de él, porque esta es mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en conmemoración mía.

Cfr. Mateo 26:26-29; Marcos 14:22-25; Lucas 22:19-20; 1 Cor 11:23-26

La Iglesia católica entiende que la eucaristía fue prefigurada ya en el Antiguo Testamento, especialmente en la cena pascual, celebrada por los judíos, donde consumían pan sin levadura, carne de cordero asada al fuego y hierbas amargas.

Los elementos principales de la celebración de la Pascua judía se encuentran en los siguientes textos bíblicos: Ex 12:1-8; Dt 16; Lv 23:5-8; Nm 28:16-25.

La Pasión. En el relato de la institución de la eucaristía, Jesús anuncia su propia muerte violenta: habla de «mi cuerpo, que será entregado», «el cáliz de mi sangre, que será derramada».

Como de costumbre la Iglesia crea un símbolo dándole un nuevo significado a una palabra, eucaristía, cuyo auténtico significado es “acción de gracias” o bien podemos usar la palabra “comunión” que indica participación en lo común. Trato familiar, comunicación  de unas personas con otras.

Pero no se conforma con dar un nuevo significado a las palabras sino que nos quieren “hacer comulgar con ruedas de molino” pretendiendo que veamos el cuerpo de Cristo en una pequeña oblea de pan ácimo y su sangre en el vino que contiene una copa o cáliz.

Volvemos a tirar de la magia eclesial y mediante unos movimientos de manos en el aire y unas genuflexiones, resulta que estas sustancias cambian de sustancia pero no de aspecto, y si hiciéramos un análisis químico de la oblea y del vino, comprobaríamos que siguen siendo pan y vino y no carne y sangre humana, por mucho que se empeñe la Iglesia, el Papa, los Cardenales, los Obispos y los Curas en general. Como de costumbre es una gran mentira que los fieles creen aunque no lo entiendan, pues no hay nada que entender, simplemente es absolutamente falsa esa afirmación.

 

Tal como afirman los cristadelfianos, acepto que el acto es solo una recreación simbólica de la Última Cena y un memorial conmemorativo, pero resulta inaceptable una mentira tan burda como querer hacer creer que aquello es el cuerpo y la sangre del mismo Cristo. Cualquier mago ilusionista nos haría un truco de verdad y podría convertirlo en carne y sangre pero sin hacer cambio alguno querer convencernos de que si lo hay es el colmo del cinismo.

Como en otros muchos temas los santos padres de la Iglesia, a lo largo del tiempo, han ido expresando su punto de vista marcando sus aceptaciones y sus diferencias, lo que vuelve a dejar claro que ni siquiera entre ellos se ponen de acuerdo pues todos estos inventos son susceptibles de modificarse si se cree que con los cambios la cosa será más creíble o bien que refuerza la fe ciega de los creyentes.

Estos son algunos de los santos padres que fueron introduciendo variaciones en los conceptos relativos a la eucaristía: San Ignacio de Antioquía, San Justino Mártir, San Ireneo de Lyon, Tertuliano, San Cipriano, San Ambrosio, Pedro Lombardo y Santo Tomás de Aquino.

Después llega Martín Lutero y afirma que, dado que el hombre solo es justificado por Dios a través de la fe y no de las obras, la misa es una obra humana más sin mayor eficacia que el de aumentar la fe.

De esta forma tan rotunda Martín Lutero se carga toda la doctrina de la Iglesia Católica relativa a la misa y su contenido como la eucaristía.

Ulrico Zwinglio, partiendo también del hecho de que el sacrificio de Cristo es único, afirma que la misa es solo un recuerdo del sacrificio, una garantía de la redención que nos obtuvo el Señor.

Juan Calvino afirma no solo la unicidad del sacrificio, sino también del sacerdote que excluye cualquier sucesor o vicario. Las últimas ediciones de su libro “Institución de la religión cristiana” admiten que la misa sea sacrificio pero de alabanza y acción de gracias, nunca de propiciación.

Recientemente algunos reformadores han vuelto a considerar la teología del sacrificio eucarístico y en los documentos teológicos elaborados entre católicos y luteranos o anglicanos hay diversas posiciones más o menos cercanas, aunque todavía no comunes. 

Así Pio XII revaloriza la identidad de la misa y la eucaristía con la pasión de Cristo, redundando en ello el Concilio Vaticano II, Pablo VI , Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Por ello hoy dicen: La Eucaristía es el corazón y la cumbre de la vida de la Iglesia, pues en ella Cristo asocia su Iglesia y todos sus miembros a su sacrificio de alabanza y acción de gracias ofrecido una vez por todas en la cruz a su Padre; por medio de este sacrificio derrama las gracias de la salvación sobre su Cuerpo, que es la Iglesia.

La Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la acción litúrgica.

Es Cristo mismo, sumo sacerdote y eterno de la nueva Alianza, quien, por el ministerio de los sacerdotes, ofrece el sacrificio eucarístico. Y es también el mismo Cristo, realmente presente bajo las especies del pan y del vino, la ofrenda del sacrificio eucarístico.

En definitiva, han querido adornarlo tanto y darle tantos significados a este sacramento que lo han hecho absolutamente increíble por mucho que se empeñen.

Evidentemente no se han planteado de que si realmente la oblea y el vino se convirtieran en el cuerpo y sangre de Cristo, aparte de ser un acto de magia o brujería –cuando la Iglesia está en contra de ellas- sería una total aberración ingerirlo pues sería antropofagia, un acto sanguinario y cruel además de aborrecible, comparable a las barbaridades que cometen ciertas sectas.

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