Comencemos por decir que la nada absoluta no existe. Lo que
llamamos vacío, incluso en laboratorios con bombas de vacío, nunca es un vacío
absoluto, ya que siempre quedan partículas subatómicas y radiación cuántica. En
el espacio interestelar tampoco encontramos vacío puro: hay partículas
elementales, fotones y campos electromagnéticos. Además, existe la materia
oscura, cuya naturaleza aún es desconocida, pero cuya influencia gravitatoria
es medible en la estructura del universo.
Energía, materia y la
naturaleza del universo
La física moderna nos dice que todo lo que existe es energía
en distintas formas. Einstein, con su famosa ecuación E=mc2, demostró que la
materia y la energía son manifestaciones de una misma realidad. El universo
entero es energía en constante transformación, aunque nuestros sentidos solo
captan una fracción de esta realidad, pues estamos limitados a un rango
específico de percepción sensorial y electromagnética.
Si consideramos lo que había antes del Big Bang, la
cosmología sugiere que la energía primigenia del universo estaba concentrada en
un estado de altísima densidad y temperatura. A partir de esa singularidad
inicial, ocurrió una expansión que dio origen al espacio-tiempo. Este evento no
solo creó la materia, sino también el espacio en el que esta materia existe y
el tiempo que mide su evolución. Según la teoría de la inflación cósmica,
propuesta por Alan Guth y otros físicos, el universo experimentó una expansión
exponencial en sus primeros instantes, lo que explicaría la homogeneidad
observada en la radiación cósmica de fondo.
El problema de la
información en el origen del cosmos
Una de las grandes incógnitas es cómo, partiendo de un
estado inicial aparentemente amorfo, surgieron las estructuras ordenadas que
vemos en el universo: galaxias, estrellas, planetas y, eventualmente, la vida.
Esto sugiere que la energía primigenia no solo contenía potencial para
transformarse, sino también un conjunto de propiedades fundamentales que guiaron
su evolución.
Aquí entra en juego el concepto de información. En la física
moderna, la información es fundamental para describir sistemas físicos. Por
ejemplo, en la mecánica cuántica, el estado de un sistema se describe mediante
una función de onda que codifica toda su información. Según la termodinámica de
la información, postulada por físicos como Rolf Landauer y Stephen Hawking, la
información no se destruye, sino que se transforma. Esto plantea la pregunta:
¿estaba esta información presente desde el inicio, como un código primigenio
que dirigió la evolución del cosmos?
Algunos científicos, como el físico John Wheeler, han
propuesto la idea de que "todo es información" (it from bit),
sugiriendo que la estructura del universo emerge de relaciones de información
en lugar de simplemente materia y energía.
Un universo con leyes
como si fuera un "programa"
Si aceptamos que el universo sigue leyes naturales precisas,
podemos hacer un paralelismo con los sistemas computacionales. Un algoritmo es
un conjunto de reglas que determinan cómo evoluciona un sistema. De manera análoga,
las constantes fundamentales del universo (como la velocidad de la luz, la
constante gravitacional y la carga del electrón) pueden interpretarse como
"parámetros" que determinan su comportamiento. Pero esto no significa
necesariamente que exista un "programa" en el sentido de un código
escrito por un programador, sino que las leyes de la física actúan como
principios estructurales del cosmos.
Esta perspectiva se acerca al panenteísmo científico, una
visión filosófica en la que Dios o una inteligencia suprema no es un ser
externo al universo, sino que es el universo mismo y sus leyes.
¿Dios o Inteligencia
Suprema?
Si queremos, podemos llamar Dios a este conjunto de energía,
información y leyes que rigen el universo. Esto nos llevaría a una visión más filosófica
que religiosa, alejándonos de las representaciones antropomórficas de las
religiones tradicionales. En este caso, Dios no sería un ser con emociones
humanas, sino la totalidad de la existencia misma. Algunos científicos y
filósofos como Spinoza, Einstein y Carl Sagan han sostenido visiones similares,
en las que el universo es sagrado en sí mismo sin necesidad de una figura
sobrenatural intervencionista.
Esta concepción no requiere milagros ni fenómenos
sobrenaturales. Todo lo que ocurre en el universo sigue las leyes de la
naturaleza, aunque algunas cosas aún no las comprendamos completamente. La
ciencia avanza descubriendo estas "líneas de código" del universo,
pero esto no implica que haya una voluntad consciente detrás de ellas, sino que
el cosmos funciona bajo principios inherentes.
Conciencia y
responsabilidad individual
A diferencia de las religiones que presentan a un Dios que
premia o castiga, en esta visión, el universo no interviene en la vida humana
con recompensas o castigos. La conciencia y la memoria individual permiten que
cada ser humano evalúe sus propias acciones. Además, la causalidad –explicada
por la "ley de causa y efecto" en la física y la filosofía– nos
muestra que nuestras acciones generan consecuencias naturales.
¿Por qué existe el
universo?
Una posible respuesta a la existencia del universo es que la
inteligencia, para desarrollarse, necesita de la creación. La eternidad,
entendida como un estado estático y sin cambio, no permitiría evolución ni
aprendizaje. Quizás por esta razón existimos en un universo dinámico donde las
estructuras complejas pueden emerger y evolucionar.
La física aún no tiene una respuesta definitiva sobre por
qué existe algo en lugar de nada. Algunas teorías sugieren que el universo
podría haber surgido de fluctuaciones cuánticas en el vacío, otras que el
tiempo es cíclico y que los universos nacen y mueren en un eterno renacer. Pero
independientemente de la teoría, lo que es claro es que la inteligencia y la
existencia misma parecen depender de la transformación y el cambio.
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