jueves, 2 de marzo de 2023

EL CREADOR-HACEDOR Y LOS RESULTADOS





Érase un señor que se dedicaba al cultivo de flores. Tenía inmensos terrenos dedicados a sembrar una gran variedad de flores pero su dedicación especial era crear nuevas flores mediante los injertos más increíbles obteniendo unos resultados sorprendentes, subyugantes que despertaban la sorpresa y la admiración de mucha gente que no dudaba en valorar estos hallazgos, así cuando exhibía estas flores originales creadas por él todo el mundo alababa la belleza y la rareza de las mismas por su diseño, sus colores, sus estructuras, su originalidad.
Lo sorprendente es que nadie las compraba. Es verdad que su precio era algo más alto que las flores comunes pues suponía un especial esfuerzo su creación y cuidado con respecto a las flores vulgares pero nadie las compraba aunque las alabaran mucho y este artista, este creador, este especialista de la floricultura, no entendía porque la gente no compraba sus creaciones.
Cada cual ponía una excusa unos decían que eran demasiado caras, otros decían que eran tan diferentes de las habituales que por tanto eran adecuadas para exhibirse en ferias y museos pero no para tenerlas en casa…lo cierto es que las únicas flores que vendía eran las clásicas gracias a las cuales podía seguir viviendo.
Érase un arquitecto, un artista, un creador que diseñaba y construía unas casas muy bellas, muy originales, muy artísticas y todo el mundo que las visitaba se quedaba maravillado pero no conseguía vender ninguna de estas casas maravillosas, pues costaban bastante más que las sencillas casas de siempre y por tanto estas no estaban al alcance de cualquiera. Lo cierto es que la gente que si disponía de dinero para poder pagarlas tampoco las compraba pues este arquitecto no era famoso como otros y por tanto no podrían presumir de ello.
Otros consideraban que eran unas casas muy bellas para usarlas como museos pero no las encontraban adecuadas para vivir.
Lo cierto es que este fantástico arquitecto tenía que dedicarse a construir el tipo de vivienda clásica para poder vivir de su trabajo, aunque a él le gustaría poder vivir de la construcción de las viviendas de nuevo diseño.
Érase un pintor que tenía una increíble imaginación y creatividad, llevando al lienzo una serie de obras originales en su concepción, en su forma de resolver y con una temática nunca llevada a los lienzos, con un impecable dibujo, arriesgadas composiciones y con unos colores superatractivos. Todo el mundo alababa la belleza y originalidad de sus obras, pero nadie le compraba, no conseguía vender este tipo de obras.
La gente que admiraba sus obras decía que no eran apropiadas para colgar en una casa, que eran propias para exhibir en galerías de arte, un museo o en grandes salones. Otros consideraban que el precio era alto y no estaba al alcance de cualquier bolsillo, aunque estas mismas personas, si tenían dinero para comprar un teléfono móvil de alta gama, una televisión de alta gama, un coche de alta gama, pero no tenía dinero para comprar un cuadro de este pintor.
Resulta muy triste para estos grandes creadores, grandes artistas, que en su esfuerzo creativo consiguen hallazgos nunca vistos, tener que dedicarse a hacer lo que todo el mundo, lo habitual, porque lo que ellos hacen no es valorado por nadie y ellos también tienen que vivir.
En algún caso es posible que cuando ellos mueran, llegue alguien que si valora estas obras y que tenga capacidad para venderlas y especular con ellas, de manera que mediante el márquetin y los contactos adecuados, logre venderlas a unos precios desorbitados y sea entonces cuando se valore a estos artistas, a estos creadores, pero ellos no pudieron saborear su éxito porque no lo tuvieron en vida, tal como le sucedió a Van Gogh.
¿Qué sucede realmente? Parece como que los “no ricos” considerasen que las obras de arte son para los ricos y que ellos se gastan el dinero en cosas más útiles, como teléfonos, consolas, ordenadores para jugar on line, motos, coches, televisores…
Los ricos parece que solo compran “marcas” exclusivas y ya con una fama garantizada para poder presumir y especular.
O tal vez todo se reduce a nuestra ignorancia supina sobre arte y por ello no valoramos las obras, aunque podemos visitar museos y exposiciones varias, pero sin adquirirlas, ya que no sentimos esa necesidad, nos gusta verlas pero no necesitamos poseerlas, tal como necesitamos de otras cosas.
¿Qué pensáis vosotros?

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