El capítulo 7 del Génesis nos explica a su manera todo el proceso de llenar el arca entre personas y animales, así como el comienzo del Diluvio.
1 Dijo Yahvé a Noé: “Entra tú y toda tu familia en el arca, pues sólo tú has sido hallado justo ante mí en esta generación.
Como ya he explicado anteriormente, no es Yahveh/Enlil sino Enki quien da la orden a Noé para construir el arca y le da todas las instrucciones de lo que debe hacer, mientras su hermano Enlil ignora totalmente esta maniobre.
2 De todos los animales puros toma dos setenas, machos y hembras, y de los impuros dos parejas, machos y hembras.
La palabra setena se refiere a siete unidades, así que la orden es que tome 14 parejas de animales, aunque la realidad es que los animales, la mayoría no son vivos sino su simiente (huevos o espermatozoos y óvulos)
La ley de Moisés cita como animales puros, entre los mamíferos, los que tienen la uña hendida y rumian; entre los peces, los que tienen espinas y escamas; y entre las aves, las no rapaces, las gallináceas, la paloma y la codorniz.
Todo lo que anda sobre el vientre y todo lo que anda sobre cuatro o más patas, de todo animal que se arrastra sobre la tierra, no los comeréis, porque es abominación.
3 También de las aves puras, dos setenas, machos y hembras, para que perdure su prole sobre la haz de la tierra,
4 porque dentro de siete días voy a llover sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches, y exterminaré de sobre ella cuanto hice.”
5 Hizo Noé cuanto Dios le mandara.
6 Era Noé de seiscientos años cuando las aguas del diluvio inundaron la tierra.
7 Y ante las aguas del diluvio entró Noé en el arca con sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos,
8 y los animales limpios y los inmundos; las aves y cuanto se arrastra sobre la tierra,'
9 entraron con Noé en el arca de dos en dos, macho y hembra, según se lo había ordenado Dios.
10 Pasados los siete días, las aguas del diluvio cubrieron la tierra.
Los textos sumerios lo narran con toda crudeza:
En aquel día, el diluvio comenzó con un estruendo en la Blancatierra (Polo Sur), en el fondo de la Tierra, se sacudieron los cimientos de la Tierra y la capa de hielo se deslizó de sus cimientos y despegada por la gran fuerza gravitacional de Nibiru se estrelló contra el mar de Sur. Una capa de hielo golpeó contra otra capa de hielo. De pronto se levantó una gran ola, la muralla de agua llegaba hasta los mismos cielos. Una tormenta de una ferocidad nunca vista se puso a bramar en el fondo de la Tierra, la muralla de agua impulsaba vientos, la ola se desplegó hacia el norte, alcanzando las tierras de Abzu (centro oriental de África). Desde allí viajó hasta el Edin (Edén) arroyándolo y cuando la ola llegó a Shurubak soltó las amarras de la embarcación y se la tragó como un abismo de agua, pero no penetró ni una gota de agua. Las poderosas aguas cubrieron todo incluso montañas.
En sus embarcaciones celestiales los Anunnaki circundaban la Tierra. Abarrotando los compartimentos, se agazapaban contra las paredes exteriores, contemplaban angustiados lo que estaba pasando allí abajo, en la Tierra.
Ninmah lloraba diciendo: ¡Las aguas cubren a mis creados como libélulas ahogadas en un estanque, la ola arrolladora se ha llevado toda la vida!
En los demás barcos celestiales, los Anunnaki estaban anonadados ante la visión de aquella desenfrenada furia, en aquellos días presenciaron un poder más grande que el suyo. Anhelaron los frutos de la Tierra, tuvieron sed del elixir fermentado.
Probablemente el elixir fermentado sería el vino o algún licor.
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