La Iglesia vive del sentido de culpa de sus seguidores y por
eso se inventa un dios que es Padre en una combinación de protector y
castigador, de bondad y severidad, de amor y de odio. La Iglesia crea un dios a
imagen y semejanza de los humanos, con todas sus virtudes y esconde sus
defectos pero basta con leer la Biblia para poder comprobar como mata humanos
por desobedecer sus órdenes, mandatos o leyes, o simplemente porque ciertos
humanos adoran a otros dioses en vez de a él, es decir, que es envidioso,
celoso y absolutista. Todo esto es absurdo pues nada más lejos de la realidad,
ese dios no existe. Si el Creador del Universo tuviera sentimientos como los
humanos el Universo no podría funcionar como un reloj, con tanta exactitud,
pues cuando estuviera de buen humor todo iría perfecto pero cuando se enfadase
solo habría hecatombes, como nos sucede a los humanos. Tampoco está pendiente
de nosotros, vigilante, para premiar o castigar, ya nos castigamos nosotros. Dios es la energía del Universo, es el propio
Universo, la Naturaleza con sus leyes y su programa que va ordenando lo que ha
de ocurrir en cada lugar y dependiendo de las circunstancias, de lo que hay.
En el capítulo 5 del Génesis se dice:
21 Era Henoc
de sesenta y cinco años cuando engendró a Matusalén.
22 Anduvo
Henoc en la presencia de Dios, después de engendrar a Matusalén, trescientos
años, y engendró hijos e hijas.
23 Fueron
todos los días de la vida de Henoc trescientos sesenta y cinco años,
24 y
anduvo constantemente en la presencia de Yahvé, y desapareció, pues se lo llevó
Dios.
Resulta chocante a primera vista que entre los diferentes
patriarcas cuya longevidad supone tener entre más de 800 o más de 900 años y
resulta que Henoc solo llega a tener 365 hasta que se lo lleva Dios. Pero ¿Qué significa
en realidad “pues se lo llevó Dios?
Aunque aún no he leído los libros de Henoc, los tengo en
formato “epub”, se por otras lecturas y programas de TV que narra su subida a
una nave espacial con Yahveh dando una vuelta por la estratosfera y vuelve a
tierra, aprovechando para escribir su testimonio de lo que ve y como lo ve, o
mejor como lo entiende, pues un pastor que era Henoc no tenía conocimiento ni
vocabulario para explicar lo que veía. Después de escribir “sus memorias”
Yahveh se lo vuelve a llevar y ya no volvió jamás.
Este libro que en buena lógica debería estar entre los
libros de la Biblia, la Iglesia lo consideró “apócrifo” y no lo incluyó. Está
claro que no le interesó porque tendría más preguntas que respuestas con este
texto.
Los Libros de Henoc y otros escritos similares son
considerados apócrifos o pseudoepígrafos, dos términos que pueden resultar
confusos para el lector.
El término apócrifo, que en griego significa 'lejos, oculto,
secreto o escondido' y en latín medieval 'secreto', se utiliza para hacer
referencia a algunas colecciones de textos y escritos religiosos sagrados
surgidos en contextos judíos o cristianos y que no forman parte de los cánones
oficiales. Con este término se designa a una serie de libros que las Iglesias
cristianas de los primeros siglos no reconocieron como parte de las Sagradas
Escrituras, pero que se presentan con nombres o características que los hacen
aparecer como si fueran libros canónicos. Algunos han sugerido que los libros
estaban «ocultos» al uso común porque contenían conocimientos demasiado
profundos para ser comunicados a nadie excepto a los iniciados. Otros han
sugerido que dichos libros estaban ocultos debido a su enseñanza herética; y
otros creen que estos libros fueron deliberadamente excluidos del canon oficial
porque la información que contienen es demasiado reveladora.
Cuando me lea los textos completos ya escribiré algún
comentario sobre el mismo.
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