domingo, 4 de septiembre de 2022

UNA NAVE ESPACIAL LLAMADA TIERRA Capitulo XXV Virgen del Pilar 1








La leyenda sobre sus orígenes se remonta al año 40, cuando, de acuerdo con la tradición cristiana, el 2 de enero María, madre de Jesucristo, se apareció a Santiago Apóstol en Caesaraugusta (Caesaraugusta o Caesar Augusta fue el nombre de la ciudad romana de Zaragoza, fundada como colonia inmune de Roma en el año 14 a. C.). María llegó a Zaragoza «en carne mortal» —antes de su Asunción— y como testimonio de su visita habría dejado una columna de jaspe conocida popularmente como «el Pilar». Se cuenta que Santiago y los siete primeros convertidos de la ciudad o seguidores, edificaron una primitiva capilla de adobe a orillas del Ebro. Este testimonio es recogido por un manuscrito de 1297 de los “Moralia, sive Expositio in Job”, de Gregorio Magno, escrito entre los años 578 y 595, que se custodia en el Archivo del Pilar. La devoción mariana comenzó en los albores del siglo XIII, cuando comenzaron las primeras peregrinaciones a Santa María la Mayor.





Tal como se dice aquí es una leyenda cuya única referencia está en los comentarios que hizo el Papa Gregorio Magno al Libro de Job del Antiguo Testamento. Todo lo demás será tradición oral. Así que habían pasado más de cinco siglos sin que el papado se ocupara de esta virgen y trece siglos para que llegaran peregrinaciones o bien se lo inventó el Papa.
Que una persona se traslade, de manera mágica, desde Palestina a España para aparecerse a un apóstol de Cristo, no es creíble en absoluto pues eso es imposible totalmente y, aunque yo creo en la existencia de naves extraterrestres, que de vez en cuando cruzan nuestra atmósfera, no creo en absoluto que se presten a este tipo de servicios a la Iglesia Católica.
La Naturaleza, el Universo, funcionan con arreglo a unas leyes, a un programa, y este no puede saltárselo ni el mismo Dios Creador del Universo, Él es el primero que está sometido a estas leyes, sus leyes. Esto no es como algún rey que es el primero en saltarse las leyes que ha jurado cumplir y luego dice que “no hay nada que explicar”.

La única posibilidad sería viajando en astral y hacerse visible, cosa dudosa dado que María siempre estuvo en segundo plano según narran los evangelios y no se sabe que tuviera facultades especiales como Jesucristo. Y desde luego menos posible es que traslade una columna, por lo que ésta es una historia inventada.

Lo de la asunción es otro invento absolutamente fuera de la realidad al igual que la supuesta ascensión de Cristo. Es el empeño de seguir en la creencia de que el “reino de Dios” está en los cielos y que allí algunos tienen su morada. Toda la ascensión o asunción que hay es que cuando morimos, todos, no solo los divinizados, siempre según los lamas tibetanos, nuestro astral se traslada a otra dimensión que es donde está nuestra morada, pudiendo, no obstante, tener nuestra propia intimidad y aislarnos o convivir con los seres que sean más afines a nosotros.


Sobre la iglesia mozárabe preexistente, se erige el templo románico del Pilar poco después de la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador (1118) que fue culminado en el siglo XIII. En esta época se documenta en el templo una capilla primitiva para alojar el Pilar, según transmite Diego de Espés en 1240. Para 1293 el templo se encontraba en tan mal estado que el obispo Hugo de Mataplana promovió la restauración del templo y su conversión en la colegiata gótico-mudéjar de Santa María la Mayor con recursos de una bula de Bonifacio VIII que por vez primera menciona la advocación «del Pilar». Actualmente el único vestigio conservado del templo románico del Pilar es el tímpano de la iglesia, que ha sido colocado en la fachada sur de la basílica barroca.

Como otros muchos templos van sufriendo transformaciones a lo largo de los siglos y va creciendo también su tamaño y cambiando sus estilos arquitectónicos o mezclándose, dependiendo de los intereses de la Iglesia y de 
su habilidad para recabar fondos para su financiación.






La Virgen es una talla en madera dorada; mide treinta y seis centímetros y medio de altura y descansa sobre una columna de jaspe forrada de bronce y plata y cubierto, a su vez, por un manto desde los pies de la imagen de la virgen hasta la base vista de la columna o pilar, a excepción de los días dos, doce y veinte de cada mes en que aparece la columna visible en toda su superficie. En la fachada posterior de la capilla se abre el humilladero, donde los fieles pueden venerar la Santa Columna a través de un óculo abierto.

El humilladero es un pequeño hueco por el cual se ve la columna y hay costumbre de besarla, otra forma original de la Iglesia de humillar a los fieles besando un trozo de jaspe y dejando muy claro que el lugar es un HUMILLADERO. Otra cosa es el peligro de transmisión de enfermedades al poner todo el mundo su boca en el mismo lugar.

La imagen de María es tan pequeñita que para mostrar gran magnificencia ha sido necesario rodearla de un retablo espectacular y de un color muy claro para que resalte la imagen de María en su pequeña columna y puede ser también una razón para que la columna exista.
Se trata de una escultura de estilo Gótico tardío franco-borgoñón de hacia 1435 atribuida a Juan de la Huerta, imaginero de Daroca. En cuanto a su iconografía, se observa a María coronada y con túnica y manto, que recoge con su mano derecha, contemplando a Jesús niño que agarra el manto de su madre con la mano derecha y un pájaro con la izquierda. El Niño puede haber sido objeto de una restauración poco cuidadosa.

Una representación poco acertada, pues si creemos a la leyenda, María tuvo que presentarse sola pues Jesucristo ya era mayorcito y había sufrido la crucifixión, así como huido de Palestina. Cabe suponer que anteriormente habría otra imagen diferente, pero de eso no hay información. La Iglesia está tan segura de la falta de criterio y reflexión de sus creyentes que ni siquiera se preocupa de ser coherente en sus manipulaciones a los fieles.

Probablemente fue una imagen donada por Dalmacio de Mur con el mecenazgo de la reina Blanca I de Navarra, mujer de Juan II de Aragón, a raíz de la curación de una enfermedad que aquejó a la reina por entonces.

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