Durante el viaje misionero de Pablo y Bernabé por el Asia Menor tuvo lugar en Lystra –colonia del Imperio romano en Anatolia, parte de la actual Turquía– la curación milagrosa de un tullido, cojo de nacimiento (Hechos 14, 8-18).
El paralítico ha sido sanado y tira lejos de sí las muletas ante la sorpresa de sus conciudadanos. La multitud reunida en el foro se agolpa alrededor del taumaturgo y su acompañante, san Pablo y san Bernabé, creyendo reconocer en ellos a Júpiter y Mercurio, cuya escultura en bronce se levanta sobre un pedestal.
Los sacerdotes han pronunciado las fórmulas sacramentales y se disponen a rendirles los honores y ofrecerles un sacrificio como divinidades descendidas del Olimpo. Un niño hace sonar la flauta doble de las ceremonias sacrificiales y otro porta la caja de incienso y perfumes que se queman sobre el ara de las libaciones. El sacrificador o victimario levanta el hacha sobre uno de los bueyes adornado con cintas y guirnaldas, pero un joven adelanta el brazo para frenar el golpe. San Pablo, exasperado, rasga sus vestiduras en señal de indignación contra estas prácticas idólatras.
Cenefas: Las cenefas están dedicadas a la figura de Hércules y sus hazañas. En las laterales, bajo las personificaciones de la Fama y la Victoria, aparecen Hércules y Atlas con las esferas terrestre y celeste, Hércules y el centauro Neso, Hércules y Juno, y Hércules con las aves de la laguna Estinfalia. En el centro de la cenefa inferior figura el héroe mitológico entronizado bajo un templete como el Hércules gálico de Alciato, orador convincente y personificación de la Elocuencia, de cuya boca parten sutiles cadenas enganchadas a las orejas de los personajes que se le acercan flanqueados, a izquierda y derecha, por Hércules y la hidra de Lerna, y Hércules y el león de Nemea.
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