La mitología recurre a las musas para explicar la creación artística de igual manera que la Iglesia recurre a los demonios para explicar el mal, pero la realidad es otra y mucho más compleja.
Da igual que se trate de un poema, una pintura, una música, un chiste, una novela, una película...en lo que difieren fundamentalmente es en el tiempo necesario para desarrollar la idea para presentarla a los demás. Así, un chiste puede suponer solo unos segundos y una novela, teatro o película tal vez años.
La esencia, en mi opinión, está en la chispa que hace que llegue a la mente la idea primigenia que luego vamos a desarrollar. Puede ser simplemente una imagen, una palabra, un sonido, un sentimiento, una sensación el desencadenante de la futura obra de arte, y puede llegar en cualquier momento del día o de la noche, incluso puede ser un sueño.
En cualquiera de los casos conviene tomar nota de inmediato y escribirlo de la manera más explícita posible, pues, al menos en mi caso, la memoria es floja y pasado ese instante, sigo con lo que estaba haciendo y al cabo de horas puedo no acordarme de la idea que surgió.
Dependiendo de la envergadura de la idea, a la hora de desarrollarla, puede llevar más o menos tiempo. En el caso de la poesía, normalmente me pongo a escribir y sale de un tirón, con las únicas paradas en encontrar alguna palabra que rime adecuadamente. En el caso de la música suelo resolver el tema por tramos, por compases. Una vez afianzado uno o dos compases voy añadiendo los siguientes.
En el tema de la pintura la cosa suele ser bastante más compleja, salvo en los casos en que ves un paisaje y ahí está, montas el caballete, buscas el encuadre y a trabajar, ya solo queda pintar. Si es un retrato o figura, tienes que buscar la pose y la iluminación más la expresión del rostro, esto pintando del natural pues si partes de una fotografía, no hay mucho que pensar salvo en la ejecución.
Pero hay temas que llevan mucho más tiempo y que van saliendo poco a poco. Cuando pergeñé la serie LA CUARTA DIMENSIÓN, la idea surgió cuando tenía 26 años lleva pintando con óleo solo tres años y pinté una acuarela de 100x65 que no me satisfizo, con lo cual me dije que me quedaba mucho por aprender y que no estaba maduro para emprender tal proyecto. Tenía ya casi los 50 años, cuando la idea me volvió a asaltar y entonces comencé a darle vueltas al tema estudiando las bases teóricas y luego buscando la forma de representar esta idea. Fui pintando obras sueltas sin conexión aparente y al cabo de dos años, encontré la conexión entre ellas y fue cuando desarrollé toda una teoría que justificara y uniera las obras hechas hasta ese momento. A partir de ahí las obras fueron surgiendo con facilidad y eso que utilicé tres formas diferentes de representación: la figura distorsionada, la transformación en energía y la reestructuración de la figura a estado normal. A veces se agolpan las ideas y voy creando a una velocidad muy superior a la que soy capaz de pintar, pues en esto último soy bastante lento. Esto me obliga a realizar bocetos y para no tardar demasiado tiempo, boceto con el ordenador y los guardo en el disco duro.
Luego surge el problema de que te saturas de una obra o te atascas y no sabes como seguir o simplemente te desmotivas y no tienes ganas de pintar, así me surgió la idea de empezar otro cuadro diferente, dentro de la serie o no, pintar otra cosa, otro tema y antaño llegué a llevar tres o cuatro cuadros a la vez. Hace dos o tres años, comentando esto con Fermín García Sevilla, me dijo: “Si aun así sientes esa desgana empieza más obras, seis, diez, doce, las que necesites” y le hice caso. De hecho ahora con la serie UNIVERSO PROGRAMADO comencé cinco trípticos que son quince obras que van avanzando cada una a su velocidad, así cuando una me satura sigo con otra y ya está.
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