La composición de este quinto tapiz se centra en el acto de la lapidación de Esteban, el martirio del primer diácono y mártir de la fe cristiana, acusado falsamente de haber blasfemado contra Moisés y contra Dios. El asunto enlaza con La muerte de Ananías, el tapiz precedente donde se muestra la distribución y administración de bienes encomendada a los diáconos. Al mismo tiempo, la composición introduce a Saulo, futuro san Pablo, dando inicio al ciclo paulino.
A las afueras de Jerusalén, los musculosos verdugos han depositado sus mantos a los pies de un joven llamado Saulo, para lanzar las piedras con mayor soltura. La figura de Esteban de rodillas, más luminosa que las restantes, revestido con dalmática de diácono y con los brazos abiertos, fija los ojos en el cielo para contemplar la visión celestial que aparece en rompimiento de nubes: “Veo los cielos abiertos, y al Hijo del Hombre en pie a la diestra de Dios” (Hechos 7, 54-60). Al fondo, vista de la ciudad de Jerusalén y el bosque de la lapidación.
Cenefas: Alegorías femeninas de las artes liberales del Trivium –Gramática, Retórica, Dialéctica– y la Sabiduría nutricia se superponen en las cenefas laterales especulares. En la cenefa inferior se alinean las alegorías femeninas de las virtudes teologales y cardinales: la Fe con un corazón ardiente, la Fortaleza con la cabeza de Holofernes, la Templanza con el reloj y la Diligencia con sandalias aladas sobre un libro.
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