Más adelante nos ocuparemos del único otro lugar, en el que se supone que Cristo fundó una iglesia. Pero aquí tenemos una de las maneras más claras de demostrar que Cristo nunca fundó la iglesia. Donde está supuestamente esa fundación, es en el Capítulo 21 de Juan que, casualmente es el capítulo agregado. Ya está, se acaba de derrumbar el Vaticano. Y es tan grosero el agregado que Cristo de pronto se vuelve tartamudo y el Evangelista se vuelve esquizofrénico. Todo en ese mismo final del capítulo 21 de Juan.
Juan 21,15:
“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Él le dijo: Apacienta mis corderos. 16 Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas 17 Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas”
Ahí está el tartamudo. Es muy evidente que el único motivo del agregado, es hacerlo quedar a Pedro como el pastor de la iglesia. Pero más grosero todavía, es lo que sucede con el evangelista que, o se volvió de pronto esquizofrénico y desdobló su personalidad o aquí está uno de los más claros actos fallidos de la Biblia.
El capítulo 21 de Juan termina con un fallido. Es decir: ni siquiera hace falta saber algo al respecto. Basta la clave de la Escucha para develar que no fue escrito por Juan.
Juan 21,24:
“Este es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero”.
Bien por los que escucharon, habla en plural y en tercera persona. Es absolutamente incontestable: ahí escribieron otros, que se hicieron pasar por Juan. Uno es “El Testamento de San Juan” que es un apócrifo. No hay que confundirlo con el Evangelio de San Juan, que es el que está en la Biblia. La iglesia, obviamente, no lo acepta pero después vamos a ver con qué “método” la iglesia eligió “éstos son los cuatro”, tan serio como la iglesia. El otro libro que escribió Juan, es el último Libro del Nuevo Testamento: El Apocalipsis.
¿Qué es el Apocalipsis? Si bien se lo asocia a destrucción, significa “Revelación”. Es la Revelación final que hace Juan. Revelación ¿de qué? Por ahora abordemos otra pregunta: ¿por qué? ¿Por qué escribe esta Revelación? La Respuesta es tan concreta como importante: lo escribe por arrepentimiento.
Juan se arrepiente dos veces de lo que escribió en la Biblia. Juan se arrepiente porque dice que pecó de soberbio cuando dijo que “el discípulo amado” era él, con lo cual, nos saca un enorme peso de encima, porque en la Biblia hay un discípulo amado intrigante. El discípulo al que Cristo amaba, el discípulo amado que puso su pecho, su cabeza sobre el pecho de Cristo.
Ese discípulo amado en la Biblia es un enigma resuelto en el Testamento de San Juan, gracias a su arrepentimiento. O para ser más exacto, a sus arrepentimientos. Por un lado, porque son dos veces, pero mucho más importante: son dos los motivos de ese arrepentimiento de haberse nombrado “discípulo amado”. El “amado” y el “discípulo”, pues al nombrarse así, se está diferenciando de los Apóstoles. Vale situar qué significa “Apóstol”: el que lleva lejos. Y por extensión, “a través del mar”. Eran los que tenían que llevar lejos la Palabra. Cristo tenía el grupo de Apóstoles y otros discípulos que no formaban parte del grupo. ¿Uno conocido? Que después vamos a armar la historia; Lázaro. Lázaro no forma parte. No está en la Cruz cuando lo crucifican, no está en la última cena, no figura en ninguna de las parábolas, no está en ningún lado. Pero está ubicado como discípulo.
¿Por qué los Evangelios son cuatro?
Los Evangelios son cuatro por decisión de dos concilios y de dos obispos. Hay una carta tremenda que es de Clemente de Alejandría a Teodoro. Clemente de Alejandría es uno de los padres de la Iglesia. Esta carta es una carta que él escribe acerca de los carpocarsianos. Los carpocrasianos eran una secta neoplatónica que quería unir el platonismo con el cristianismo y el gnosticismo. Platón + Gnosis + Cristo = carpocrasianos, que seguían a Carpócrates.
De todos modos, el tema no son los carpocrasianos, sino entender, a través de la carta a ellos, cómo pensaba Clemente de Alejandría, que es uno de los que decidió qué va a ser parte de la Biblia y qué no:
La verdad es la verdad de la fe, y lo que no sea verdad de la fe no es la verdad verdadera. Eso dice el Padre de la iglesia.
Traducido a román paladino: Nosotros definimos cual es la verdad de la fe y lo que no concuerde con la verdad de la fe no nos vale, y por tanto lo eliminamos y lo cambiamos a nuestra conveniencia.
“En cuanto a Marcos, durante la estancia de Pedro en Roma, escribió una crónica de los hechos del Señor que quitaba y seleccionaba lo conveniente de acuerdo a la verdadera fe. Pero a ti puedo decirte lo que en verdad recorté”
Está hablando el censurador que lo sacó... por favor comprendan el valor de este dato. Y declara que lo que en verdad Marcos dice, es:
“Después de y estaban en camino que subía a Jerusalén, sigue en realidad lo siguiente, y entran en Betania. Y cierta mujer cuyo hermano había estado muerto allí, y acercándose Jesús se postró ante él. Y le dice hijo de David (es fundamental considerar que eso era Cristo para ellos, el hijo de David) ten piedad de mí, y los discípulos la regañaron”.
Esto es muy importante. Tremendamente importante. ¿Por qué le regañaron? Porque estaba rompiendo un ritual que no se podía romper.
“Pero Jesús, enojándose, se marchó con ella al jardín donde estaba la tumba. Y se escuchó la voz de Cristo, y enseguida de la tumba, surgió un gran grito”. Entonces no había un muerto adentro. Escuchó que afuera estaba Cristo y el de adentro gritó; y el de adentro es Lázaro.
“Y acercándose Jesús apartó la piedra de la tumba y enseguida extendió la mano y le cogió la suya. Pero el joven alzó los ojos hacia el amo, se acercó y comenzó a rogarle diciéndole que quería estar con él. Y saliendo de la tumba entraron a la casa del joven porque era rico. Y después de seis días Jesús le dijo lo que debía hacer y por la noche el joven se acerca a él, con su cuerpo desnudo cubierto con un paño de lino y se quedó con el aquella noche porque Jesús le enseñaba los misterios del reino…”
Este escrito es de los obispos Cromacio y Deodoro, a Gerónimo:
“Habiendo encontrado en los libros apócrifos relatos correspondientes al nacimiento y a la infancia de la Virgen María y de nuestro señor Jesús Cristo, y considerando que dichos escritos contienen muchas afirmaciones contrarias a nuestra fe, juzgamos prudente rechazarlos de plano a fin de que en ocasión del Cristo no diésemos motivo de júbilo al anticristo”
O sea, encontramos un montón de cosas pero, como no coinciden con la fe, las rechazamos. Pero resulta ser que esas “cosas” son Evangelios. Basta ver cuestiones como las que estas cartitas nos han mostrado, para que se hagan evidentes los “criterios” con los que se seleccionaron cuáles serán los cuatro Evangelios.
Esto va para aquellos que se creen al pie de la letra todo lo que está escrito, especialmente la Biblia. Pues ahí tenéis la credibilidad que merecen los evangelios canónicos.
La elección de los 4 Evangelios es un proceso de casi 2 siglos, que se apoya fundamentalmente en Ireneo, Papías y el concilio de Nicea, del año 325. Y habiendo visto los criterios, comprenderás los “argumentos”, los cito directa y literalmente de las Mentiras fundamentales de la Iglesia Católica.
“La selección de los evangelios canónicos se realizó en el concilio de Nicea (325) y fue ratificada en el de Laodicea (365).
El Modus operandi para distinguir los textos verdaderos de los falsos fue, según la tradición, el de la “elección milagrosa”. Así, se han conservado cuatro versiones para justificar la preferencia por los cuatro libros canónicos:
1) después de que los obispos rezaran mucho, los cuatro textos volaron por sí solos hasta posarse sobre un altar; 2) se colocaron todos los evangelios en competición sobre el altar y los apócrifos cayeron al suelo mientras que los canónicos no se movieron; 3) elegidos los cuatro se pusieron sobre el altar y se conminó a Dios a que si había una sola palabra falsa en ellos cayesen al suelo, cosa que no sucedió con ninguno; y 4) penetró en el recinto de Nicea el Espíritu Santo, en forma de paloma, y posándose en el hombro de cada obispo les susurró qué evangelios eran los auténticos y cuáles los apócrifos. Esta tradición evidenciaría, además, que una parte notable de los obispos presentes en el concilio eran sordos o muy descreídos, puesto que hubo una gran oposición a la elección – por votación mayoritaria que no unánime – de los cuatro textos canónicos actuales.
Como veis todo muy creíble. Un montón de explicaciones para explicar lo inexplicable.
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