martes, 8 de noviembre de 2022

LA OTRA HISTORIA DE CRISTO capítulo XXXVII

 



¿Cómo Jesús festejaba la pascua, si en la pascua estamos festejando a Jesús? Lo que Él festejaba era la Pascua como todo judío, la pascua Judía.

A su vez el Sanedrín para dar pena de muerte no podía convocar al pequeño Sanedrín, tenía que convocar al gran Sanedrín que eran 77 miembros. 22 miembros era el pequeño Sanedrín. Y el pequeño Sanedrín es el que se juntó para Jesús, dice la Biblia, por lo tanto no podían darle una condena a muerte. O sea, no lo pudo haber nunca condenado el Sanedrín.
Como impronta inicial, Pilatos queda anotado como un bonachón que se lava las manos. Y la esposa de Poncio aparece en la mitad y le dice “tuve un sueño, no toquen a ese hombre”, tratan de protegerlo a Poncio ¿por qué? porque la Biblia estaba escrita en época de Masada y había que lograr que los romanos pasen a ser buenos y además, como ya se quería llevar la Biblia a los gentiles no podían quedar como malos precisamente los gentiles.

Paralelamente, es impensable, es imposible, sería el pecado más grave que puede cometer el pueblo judío, lo que le hace decir Lucas a ese pueblo: “Asesínalo, nuestro único rey es el emperador, nuestro rey es el emperador”. Un judío que dijera eso, directamente está renunciando a ser judío.

A ver la historia fue así, a Cristo lo toman y al primero al que se lo llevan es a Caifás. Caifás, sumo sacerdote del Sanedrín. Ahí es donde se dice, ¿Ves que era un juicio judío? No es así. Simple y concretamente era obligatorio llevárselo, porque para los judíos, Cristo era un líder religioso. Entonces primero tenían que dirimir entre ellos su cuestión. Los que lo fueron a buscar, fueron los romanos; y Roma estaba obligada, cuando tomaba un líder religioso judío, llevárselo primero al Sanedrín. Caifás, es el primero que lo juzga.

El que era muy respetado era el suegro de él, que era el anterior sumo sacerdote, Ananías. Ananías era el que el pueblo quería, respetaba, y sus decisiones eran sabias. Ananías estaba en contra del juicio a Cristo. A Caifás lo remueven del Sanedrín después del juicio a Cristo. Quedaron tan disconformes de lo que hizo Caifás -qué hizo, ahora lo vamos a ver- que directamente después lo remueven. Pero sucede que Ananías había llegado a la edad límite en que podía ser sumo sacerdote, por ese motivo, pasó a ser una especie de El Padrino al final de la película: aún retirado, desde las sombras era el consejero que decía que había que hacer y qué no.

Caifás estaba siendo el que lo recibía y dice “no, en realidad se lo está acusando por un motivo político, envíenselo a Poncio”.

Primero Caifás, Caifás se lo manda a Poncio. Poncio dice “no, no es de mi distrito”, ahí te lo tratan de mostrar como un bonachón.

Empieza a ser como el bonachón “no es de mi distrito, yo estoy en el distrito del sur, él está en el distrito del norte, esto pasó en Galilea, mándenselo entonces a Herodes”
Caifás se lo da a Poncio. Poncio se lo pasa a Herodes. Herodes le hace el primer juicio y dice “no encuentro motivos por los que juzgarlo”, llévenlo otra vez a Poncio. Caifás, Poncio, Herodes, Poncio, otra vez. Poncio no tenía mucho problema en juzgarlo. No existe el Poncio bonachón, que se hace el buenudo y se lava las manos y menos aún existe, en toda la historia de Roma, la escena clave de la que vamos a hablar ahora.

Liberando a Barrabás
Y para empezar siendo muy claros, digámoslo todo: no existe la escena del pueblo eligiendo a quién va a juzgar. No existe. En toda la historia de Roma, jamás a Pilatos le interesó lo que el pueblo dijera. Además, lo que menos querían los romanos era que el pueblo judío se uniera y se reuniera en algún acto público.

Y además, el pueblo judío estaría reuniéndose el Sábado de Pascua, lo cual estaba expresamente prohibido por la Mishnah. Es decir, esa supuesta escena contradice todo Ni Roma hacía eso, ni la Mishnah les hubiera permitido a los judíos hacer eso.

¿Qué nos cuenta entonces la Biblia? Una simbología gigante, enorme, importantísima pero que no hay que confundir con historia. Esa simbología acuña a Poncio diciendo: no, yo no lo voy a juzgar; y según Lucas, el pueblo es quien lo juzga, y hasta grita “sí, que recaiga sobre nosotros, sobre nuestra sangre hasta nuestra séptima generación.

Impensable que un judío pida que sus hijos queden juzgados por algo que hacían ellos.
Pero ¿qué cuenta la leyenda? Que Poncio convoca al pueblo -pueblo que no se podía convocar en Pascua, y que jamás era convocado- para una condena que sería elegida por el pueblo –que jamás era consultado- Y que eligiera ¿entre qué opciones?

Acá está la clave inmensa, gigante, y la verdadera justificación y motivo de toda esta leyenda: La elección debía ser entra Jesús y uno de los personajes más enigmáticos de toda La Biblia: Barrabás.

Barrabás es mucho, mucho más importante aún que los dos Judas porque es el que tiene la clave de la continuidad de la historia de Cristo hasta nuestros días. La Biblia se contradice enormemente respecto del cargo: Dos Evangelistas dicen que estaba encarcelado por haber participado en una sedición, una insurrección en la que se había cometido un homicidio.

Marcos 15,7:
“Y había uno que se llamaba Barrabás, preso con sus compañeros de motín que habían cometido homicidio en una revuelta”

Lucas 23,19:
“Este había sido echado en la cárcel por sedición en la ciudad, y por un Homicidio”
Pero otra cosa dice Juan 18,40:
“Entonces todos dieron voces de nuevo, diciendo: No a éste, sino a Barrabás. Y Barrabás era ladrón”

Y más inespecífico aún es Mateo 27,16:
“Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás”

Y en tanto el único punto más o menos idéntico entre los diferentes cargos, es el de sedición o insurrección, vale preguntarse entonces si había habido alguna insurrección cercana al juicio a Cristo. Y la respuesta es sí: la entrada al Templo. Todo apunta en esa misma dirección de que participó en la entrada al Templo. Pero para entender quién era Barrabás, éste dato es absolutamente insuficiente .

Y por supuesto, si se trata de diferenciar lo que existe de lo que no, la escucha tiene la clave, pues en muy primer lugar, sucede que Barrabás no es una palabra Judía; ni siquiera se parece a un nombre judío. Como sucedía, por ejemplo, con Abraham o con Lázaro, en toda la Biblia, ni antes ni después, alguien más se llama Barrabás.

Y tal como lo hemos visto, cuando en la Biblia hay un personaje con nombre único ese no es un nombre: está hablando de otra cosa. Y en efecto, Barrabás, en sí mismo no es un nombre; Barrabás es otra cosa. Barrabás es presentado como una elección que hace el pueblo, prefiriendo conservar a Barrabás y no al Rabí. Barrabás y el Rabí.

Barrabás, como nombre no existe, pero “Bar” que significaba “hijo” Y en arameo, Bar Abba o Barrabás significa “hijo del padre”. Bar Rabás sería “Hijo de Rabás”. Rabás no existe, pero Magdalena –como puede verse, por ejemplo, en Juan 20,16- lo llama muchas veces “Raboni”.

Raboni es una manera cariñosa de nombrar al Rabí. Quiere decir al Rabí le deformaban el nombre. Bar Rabás, es un juego de palabras, en el que se apoya Bar Rabí, El Hijo del Rabí. La dialéctica es entre el hijo de Cristo, y Cristo.

Y una vez visto eso, se hace perfectamente comprensible la simbología que está tratando de ubicarse cuando se elige a Barrabás para que viva: se trató de preservar a la descendencia, a la sangre, que el hijo sobreviva si tenía que morir Cristo.

Barrabás es un personaje que aparece totalmente esclarecido con la leyenda posterior a la Cruz, cuando empieza a ocurrir que hay un hijo de Cristo que aparece en escena. Pero en la historia oficial, nadie sabe de dónde salió.

¿De dónde salió?
En primer lugar, salió de lo que se hace evidente en la leyenda de la elección: la decepción que el pueblo ya tenía con Cristo. Pues veamos lo obvio: la escena refleja que el pueblo no tenía inconvenientes en entregar a Jesús.

Por supuesto que no podemos olvidar que eso era parte del Plan de Jesús, porque lo tenían que entregar. Entonces hizo todo lo necesario para molestarlos, desilusionarlos, que le tengan ira y lo entreguen a él y la escena muestra que le salió fenomenalmente bien. Y tampoco podemos olvidar lo que eso dice de la calidad iniciática extraordinaria de Cristo.






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