jueves, 10 de noviembre de 2022

LA OTRA HISTORIA DE CRISTO capítulo XLIII

 


Algo del mismo orden que vimos con Lázaro, pero mucho peor: con una muerte idéntica a una muerte clínica, porque bajaba a tal punto la respiración y el latido cardíaco, que se hacía directamente imperceptible, y más con los infalibles métodos romanos que vimos que usaban para dar o no por muerto a alguien. Por supuesto que en semejante estado, sencillamente, el “terrible” Vuúouei -el rasguñito- ni lo sintió.

Ahora bien, la Haoma es originariamente el jugo exprimido del Belcho es decir, de la Asclepias Ácida –“Ácidus”- que en la India era considerado bebida de inmortalidad y símbolo de vida Divina.

Y junto con el “Ácidus” acabo de decir una Palabra que si la conocéis, puede ser que –con todo derecho- te haya sobrecogido el corazón: Pues la Asclepia remite al Asklepios. Directamente relacionado con Hermes Trimesgisto. Incluido entre los “Papiros Mágicos” que en las Vihara de Heliópilis, era donde se enseñaba la Ceremonia con La Haoma.

No obstante si buscáis en Google como “planta de las tumbas esenias” la respuesta es que tiene varios nombres tan sugerentes como: Anastatica hierochuntica , Rosa de Jericó, Planta de resurrección, Mano de la Virgen, Flor de María. Creo que queda claro solo por los nombres.

Bajando de la Cruz
Cristo toma un “Ácidus” y aunque hasta hace 5 minutos vociferaba en varios idiomas, en menos de 2 minutos lo deja en un estado más que aletargado, muy difícil diferenciar de la muerte. No le rompen las piernas, y con un diagnóstico de un rasguño, y hecho por un partidario, lo dan por muerto y lo bajan de la Cruz.

Baja de la Cruz, terriblemente herido, flagelado, perforado en las manos y en los pies, pero sin un hueso roto, y lejísimo de estar muerto. Lo llevan a la caverna del sepulcro. Y es más que fundamental advertir que la Biblia consigna específicamente que en el sepulcro no había
Guardia Romana.

Mateo 27,62:
“Al día siguiente, que es después de la preparación, se reunieron los principales sacerdotes y los fariseos ante Pilato, 63 diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador dijo, viviendo aún: Después de tres días resucitaré. 64 Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vengan sus discípulos de noche, y lo hurten, y digan al pueblo:
Resucitó de entre los muertos. Y será el postrer error peor que el primero. Y Pilato les dijo: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis. 66 Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra y poniendo la guardia”

Es decir: hasta ese momento, cualquiera podía entrar y salir, y cualquiera podía llevar literalmente cualquier cosa a “la tumba” incluidos, obviamente medicamentos. Tal como explícitamente lo ubica la Biblia en Lucas, inmediatamente después de que presenta a José
de Arimatea y la escena en que le pide a Pilatos el cuerpo de Cristo.

Lucas 23,52:
“Fue a Pilato, y pidió el cuerpo de Jesús. 53 Y quitándolo, lo envolvió en una sábana, y lo puso en un sepulcro abierto en una peña, en el cual aún no se había puesto a nadie. 54 Era día de la preparación, y estaba para comenzar el día de reposo. 55 Y las mujeres que habían venido con él desde Galilea, siguieron también, y vieron el sepulcro, y cómo fue puesto su cuerpo. 56 Y vueltas, prepararon especias aromáticas y ungüentos; y descansaron el día de reposo, conforme al mandamiento”

Juan 19,38:
“Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús. 39 También Nicodemo, el que antes había visitado a Jesús de noche, vino trayendo un compuesto de mirra y de áloes, como cien libras. 40 Tomaron, pues, el cuerpo de Jesús, y lo envolvieron en lienzos con especias aromáticas, según es costumbre sepultar entre los judíos. 41 Y en el lugar donde había sido crucificado, había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el cual aún no había sido puesto ninguno. 42 Allí, pues, por causa de la preparación de la pascua de los judíos, y porque aquel sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús”

Las gente lee –si lo lee- que Nicodemo llevó 100 libras de mirra y aloes, y sigue de largo, como si nada. ¿Saben cuánto es 100 libras? según qué medida tomen entre 33 y 50 Kilos. 33 a 50 kilos de mirra y de aloes.

Todavía no había llegado la iglesia para vender suvenires con mirra y aloes, directamente de la tumba de Cristo. En los muertos, la mirra se usaba solamente para sellarle todos los orificios

al cadáver. Y para eso ¿cuánto podía necesitarse 100 gramos? ¿1 kilo? ¿5 kilos, si tenía súper agujeros que tapar? ¿Y para qué quieren aloes, si ahí adentro había un muerto y el aloe es me-di-ci-nal?

Con sólo la mitad de esos bultos ya llevaban todas las medicinas necesarias para hacer muchísimas y profundísimas curaciones. Y para entender la otra mitad necesitamos considerar un par de detalles muy reveladores de la escena:

Juan 20,11:
“Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; 12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto”

Marcos 16,1:
“Cuando pasó el día de reposo, María Magdalena, María la madre de Jacobo, y Salomé, compraron especias aromáticas para ir a ungirle. 2 Y muy de mañana, el primer día de la semana, vinieron al sepulcro, ya salido el sol. 3 Pero decían entre sí: ¿Quién nos removerá la piedra de la entrada del sepulcro? 4 Pero cuando miraron, vieron removida la piedra, que era muy grande. 5 Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. 6 Más él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron.

Lucas: 24,1:
“El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. 2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro; 3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; 24:5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive?

Mateo 28,2:
“Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. 3 Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve.

No hay registros de que haya habido un terremoto ese día. Es decir, se trata de “un terremoto” muy localizado, que solamente removió la piedra. Y casualmente, los zelotes conocían un procedimiento para causar “terremotos localizados” llamado pólvora, o algo muy parecido.

Los romanos habían sellado con una gran roca la entrada de la caverna, y de algún modo había que moverla. Pocas horas antes, llevaban bultos exagerados hacia ese lugar. Y Flavio Josefo relata que los judíos en general –y mucho más aún los zelotes en particular- hacían una escarbada en la tierra cuando querían voltear una puerta, y ponían madera con resina entonces desde afuera de la tierra -desde afuera, no les hacía falta entrar a ellos en el hueco- encendían la resina, encendían la madera, la madera se incendiaba, le aflojaba los cimientos y después entonces caía la puerta. O sea que tenían toda una ingeniería que era especial para esto.

Producen “un terremoto”, logran mover la piedra, entran y ¿a quiénes dicen haber encontrado dentro de la caverna las escenas que recién leímos? A personas extrañas vestidas de Blanco. ¿Y quiénes se vestían de Blanco? Se vestían de blanco los esenios. Es decir, los Sanadores por Excelencia. Todo encaja tan perfectamente, como encajaba desde antes de la Cruz y como sigue encajando:

Juan 20:11
“Pero María estaba fuera llorando junto al sepulcro; y mientras lloraba, se inclinó para mirar dentro del sepulcro; 12 y vio a dos ángeles con vestiduras blancas, que estaban sentados el uno a la cabecera, y el otro a los pies, donde el cuerpo de Jesús había sido puesto. 13 Y le dijeron:

Mujer, ¿por qué lloras? Les dijo: Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto. 14 Cuando había dicho esto, se volvió, y vio a Jesús que estaba allí; mas no sabía que era Jesús. 15 Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. 16 Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro). 17 Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; más ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios. 18 Fue entonces María Magdalena para dar a los discípulos las nuevas de que había visto al Señor, y que él le había dicho estas cosas”

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