Creación de Adán, Michelangelo Buonarroti, 1508-1512.
En esta imagen narrativa (la cual es una monoescena porque sólo nos muestra un momento de la historia, como una instantánea) vemos a Dios Padre Todopoderoso representado de la forma en que la Iglesia Católica lo propone: un hombre mayor con barba blanquecina. Extendiéndose para tener contacto con Adán, quien reposa sobre la tierra en espera de la chispa divina, se acerca a él acompañado de otras figuras. Podemos observar cómo Dios se acerca a él con rostro potente, enérgico, mientras que Adán descansa en la tierra que le ha dado la vida con un rostro imperturbable, vivaz, como si ya tuviese vida. Por otro lado, se nos representa a Dios acompañado por putti (figuras de niños/as desnudos/as y alados) y una figura femenina que deja entrever la figura protagonista de las dos siguientes escenas.
Carlo Borromeo, el cual llevamos mencionando en las anteriores publicaciones, informa al Papa Gregorio XIII y al cardenal Gulli de lo que esconde esta escena y que atenta contra la Santa Iglesia Católica: Adán tiene ombligo. Se representa a Adán con un ombligo, el cual, siendo creado por Dios con polvo de la tierra, no debería tener. Sin duda, la presencia de este ombligo atenta contra las creencias cristianas, ya que da a entender que realmente nació a partir de una presencia femenina y no de Dios.
La última noticia sobre lo que puede ocultar este fresco nos la proporcionó en 1990 el doctor Frank Lynn Meshberger, quien publicó un hallazgo en el que algunas de las sombras y contorno en la figura de Dios parecen representar el cerebro humano. Esta nueva interpretación no nos debería extrañar, ya que en el Renacimiento era frecuente la disección de cuerpos para su estudio y muchos/as artistas eran partícipes de esas disecciones para aprender anatomía.
Teoría del cerebro, Frank Lynn Meshberger, 1990.
Pero la pregunta real que nos deberíamos hacer sobre este fresco es: ¿Hablamos del momento en el que Dios se acerca a Adán o en el que ya se aleja?
Y dijo Dios: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y ejerza dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo, sobre los ganados, sobre toda la tierra, y sobre todo reptil que se arrastra sobre la tierra.» (Gn 1:26) Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente.» Y había Jehová Dios plantado un huerto al oriente, en Edén, y puso allí al hombre que había formado. Y Jehová Dios hizo de la tierra todo árbol agradable a la vista y bueno para comer; también el árbol de la vida en medio del huerto, y el árbol de la ciencia del bien y del mal. (Gn 2:7-9) Tomó, pues, Jehová Dios al hombre y le puso en el huerto de Edén, para que lo labrase y lo guardase. Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: «De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que de él comieres, de cierto morirás». (Gn 2:15-17)
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