Para quienes no lo ubican, pues se trata de una escena sumamente confusa pero no para quien la lee solamente, sino para quienes estuvieron ahí: Cristo los invita a orar a un monte; de pronto todo se cubre de una nube, se vuelve blanco resplandeciente, y ven otro rostro en el rostro de Cristo mientras “él” hablaba con dos presencias extrañas, que ellos atribuyeron a Moisés y Elías, y que de pronto desaparecieron.
Para comprender que estamos ante algo “sospechoso”, empecemos por el final, pues hay un “detalle” que muestra que efectivamente se trata de un episodio muy confuso y que merece cuidado pues el mismo Cristo pide silencio sobre lo sucedido: “Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó diciendo: No digáis a nadie la visión”. Por supuesto que basta comprender – con todo lo que ya hemos recorrido, eso se comprende perfectamente- la necesidad Bíblica que Cristo tenía de “milagros”
Para reparar en lo extraño que resulta que, en lugar de pedirles que “evangelicen” con lo sucedido les ordenara que lo callen.
Claro que para comprender por qué sucedió eso lo que hay que ver, es qué sucedió en “eso” Y como ya bien saben, para develar qué sucede en lo que sucede la iniciación enseña que la clave es “escuchar lo diferente en lo idéntico, y lo idéntico en lo diferente”. Pues precisamente, tres relatos diferentes se refieren evangelistas mencionan este “milagro”
Lucas 9,28:
“Aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro, a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar. 29 Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestido blanco y resplandeciente. 30 Y he aquí dos varones que hablaban con él, los cuales eran Moisés y Elías; 31 quienes aparecieron rodeados de gloria, y hablaban de su partida, que iba Jesús a cumplir en Jerusalén. 32 Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él. 33 Y sucedió que apartándose ellos de él Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. 34 Mientras él decía esto, vino una nube que los cubrió y tuvieron temor al entrar en la nube. 35 Y vino una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado; él oí. 9:36 Y cuando cesó la voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron, y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto”
Mateo 17,1:
“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto; 2 y se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz. 3 Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con él. 4 Entonces Pedro dijo a Jesús: Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. 5 Mientras él aún hablaba, una nube de luz los cubrió y he aquí una voz desde la nube, que decía: Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oí. 6 Al oír esto los discípulos, se postraron sobre sus rostros, y tuvieron gran temor. 7 Entonces Jesús se acercó y los tocó y dijo: Levantaos, y no temáis. 8 Y alzando ellos los ojos, a nadie vieron sino a Jesús solo. 9 Cuando descendieron del monte, Jesús les mandó diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos. Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿por qué pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? 11 Respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías viene primero, y restaurará todas las cosas. 12 Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron, sino que hicieron con él todo lo que quisieron; así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos. Entonces los discípulos comprendieron que les había hablado de Juan el Bautista”
Marcos 9,2-12:
“2 Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó aparte solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos. 3 Y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, como la nieve, tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan blancos. 4 Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús. 5 Entonces Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí y hagamos tres enramadas, una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías. 6 Porque no sabía lo que hablaba, pues estaban espantados. 7 Entonces vino una nube que les hizo sombra, y desde la nube una voz que decía: Este es mi Hijo amado; a él oí. 8 Y luego, cuando miraron, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo. 9 Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino cuando el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos. 10 Y guardaron la palabra entre sí discutiendo qué sería aquello de resucitar de los muertos. 11 Y le preguntaron, diciendo: ¿por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero? Respondiendo él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; ¿cómo está escrito del Hijo del Hombre, que padezca mucho y sea tenido en nada? 13 Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él”
Marcos 8,27:
“Salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesárea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿quién dicen los hombres que soy yo?”
Mateo 17:
“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Jacobo y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto”
¿Cuál es el “Monte Alto” que está cerca de Cesárea de Filipo y que tiene motivos para ser ocultado? Tantos motivos que por las dudas, en el año 420, la iglesia se encargó de levantar “El Templo de la Transfiguración” en la cima del monte que, casualmente, de los dos posibles no es en el que sucedió. Ordenemos y para eso, primero veamos “lo que no”: En esa zona, hay dos montes: El Monte Tabor, que tiene el Templito; y el Monte Hermó, que lejos de levantarle un Templo la iglesia lo –valga el neologismo- “apocrifó”.
¿Cómo sabemos que no es el Monte Tabor? Porque absolutamente todo lo indica: ya hemos escuchado que era un “Monte Alto”. Lo único Alto que puede adjudicársele “Alta bor”, es el nombre, es un petiso que no llega a 600 metros, pero que para colmo, como el terreno es elevado, apenas asoma 400 metros desde el piso. Además, está a casi 20 kilómetros de la zona en la que estaban. En cambio el Monte Hermó es el punto más alto de toda esa cordillera, y el segundo de toda la zona: casi 3000 metros. Y Cesárea de Filipo, está en la base misma, al Sur de este Monte. Pero si hay que ponerse de pie para hablar del Monte Hermó, no es precisamente por su altura sino por su historia.
Toda la Biblia, desde El Antiguo Testamento, está impregnada de hechos fundamentales que lo tienen como referente. Y no sólo en el Antiguo sino en los Apócrifos; y para ser más exactos, en el más importante de los Apócrifos del Antiguo Testamento.
Hablamos de nada menos que el Libro de Enoc en cuyo relato está explícitamente nombrado que éste fue el lugar “donde descendieron los “hijos del Cielo” e inclusive adonde “descendieron” no sólo geográficamente, sino en el sentido más bíblico del término: donde acordaron el terrible “Vayamos y escojamos mujeres de entre las hijas de los hombres y
engendremos hijos”. Se trata de un lugar extremadamente venerado y no sólo por los hebreos: aún hoy se encuentran restos de templos árabes, fenicios, sirios, y griegos. Inclusive le han dedicado poemas y escritos considerados Sagrados, que siempre le exaltan la belleza y la blancura radiante por sus nieves casi eternas.
Blancura Radiante. Exacto, es la misma descripción de la escena de la Transfiguración. Por supuesto que una vez que hemos visto este contexto histórico- geográfico, se hace perfectamente comprensible que, para elevarse espiritualmente –para “Orar”, como dicen los evangelistas- los haya invitado a subir a este Monte. Pero lo que sigue sin ser comprensible, es qué sucedió ahí arriba pues aún no hemos escuchado lo que dicen los Evangelios.
Reubiquemos que Jesús y sus discípulos zelotes, estaban “solos” en la montaña –lo cual vuelve a descartar a Tabor, porque para ese entonces había ahí una ciudad fortificada muy poblada- ¿Y qué hacían a solas en la montaña los zelotes?
Tal vez les sirva de orientación recordar que estamos muy cerca de la misma zona en la que los cerdos habían comido los hongos y eso es sinónimo de decir: estamos en “zona de delirios”. Vale considerar que los zelotes –como casi todos los guerreros- hacían estas cosas, como consulta a los dioses ante las batallas por ejemplo.
Pero por si les pareciera que el delirio es mío, simplificando todo este episodio a los mismos hongos alucinógenos a ver si ahora es escuchado lo que hace un rato fue citado:
Lucas 9,32:
“Y Pedro y los que estaban con él estaban rendidos de sueño; mas permaneciendo despiertos, vieron la gloria de Jesús, y a los dos varones que estaban con él” 9,33 “Y sucedió que apartándose ellos de él, Pedro dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí y hagamos tres enramadas, una para ti, una para Moisés, y una para Elías; no sabiendo lo que decía. Ahora sí escucharon, estaban con “sueño”, ”no sabían lo que decían” y de hecho, decían literalmente cualquier cosa: dijeron ver a Elías y Moisés. Y, si no es mucha molestia, pregunto: ¿quién conocía el rostro como para saber quienes eran ellos? Y de hecho Mateo agrega que no, que en realidad se dan cuenta después de con quien había hablado era con Juan el Bautista.
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